Derechos y privilegios
Durante toda su historia, las civilizaciones humanas se han organizado alrededor de dos conceptos similares aunque a la vez contrapuestos, los derechos y los privilegios. Ambos representan aquello que la sociedad defiende que podamos hacer o tener, una primera diferencia es que los derechos queremos tenerlos todos, mientras que los privilegios son aquello que no queremos que tengan los demás.
En este artículo voy a dar mi punto de vista en sentido filosófico sobre estos dos conceptos. La definición e interpretación legal, en un estado de derecho, corresponde a los tribunales y a las instituciones competentes, mientras que la filosofía del derecho resulta muy saludable que sea desarrollada y trabajada por toda la ciudadanía.
La forma más simple y con menos interés de derecho corresponde al derecho natural, que no es nada más que el poder hacer lo que quieras si no hay nada ni nadie que te lo pueda impedir. Se trata de un derecho personal y arbitrario, se puede ejercer, pero no se puede reivindicar. Se trata, por ejemplo, del derecho que tendrían los animales en la naturaleza.
Directamente derivado de este, aunque ya instaurado y defendido por la sociedad, se encuentra el derecho consuetudinario. Es el derecho derivado de los usos, costumbres y tradiciones, del “siempre se ha hecho así”. A pesar de que en nuestros días todavía se considera una fuente de derecho en prácticamente, sino todas, las legislaciones existentes, a mí me parece más bien un arcaísmo paternalista y populista de cara al pueblo, y una fuente de privilegios de cara a las élites. También establece distinciones entre colectivos con diferentes costumbres y una especie de principio de “yo lo vi primero” que somete políticamente a las generaciones más jóvenes a las tradiciones de sus mayores. La tradición está muy bien en el plano social, sentimental o familiar, pero cuando se lleva al terreno de la política se convierte en una fuente inagotable de conflictos, que muchas veces suelen acabar con la erradicación de esas mismas tradiciones. Creo que una legislación eficiente debe estar pensada para el presente y tener sus miras en el futuro, las tradiciones y costumbres deben pertenecer al ámbito de lo privado, y establecer derechos, o incluso privilegios con el único fin de evitar conflictos es una concesión que debilita al estado y se acaba volviendo contra los propios beneficiarios.
Otro tipo de derechos, bastante más informal, sería lo que se podría llamar derecho social, que son los derechos que nos concedemos unos a otros sin necesidad de que intervengan las autoridades ni de que exista un código escrito que los establezca. Por un lado, representan las virtudes de la sensatez y el acuerdo, pero también tienen su lado oscuro al carecer de referencia formal y muchas veces degeneran en conflictos cuando pasamos de ponernos de acuerdo a considerarlos una obligación de los demás hacia nosotros, con la típica cantinela del “tengo derecho”.
En cuanto a los privilegios, representan por un lado derechos que se han reservado en exclusiva las élites para sí mismas, y por el otro concesiones que se han hecho a determinadas tribus con el objetivo de hacer posible una unificación para constituir una comunidad más fuerte para defenderse o atacar a las tribus vecinas. A lo largo de la historia han sido la cosa más normal del mundo, y también una fuente inagotable de conflictos. En las sociedades modernas parece que estamos dispuestos a erradicarlos y pretendemos tener un derecho que sea común a todos los ciudadanos por igual, lo cual no da la sensación de ser cosa fácil.
Como yo pertenezco a una de estas sociedades modernas, y no me siento comprometido necesariamente con los proyectos y formas de organización que han considerado oportunos personas ya desaparecidas en contextos a veces muy diferentes del actual, estoy plenamente por la erradicación de los privilegios y el establecimiento de derechos iguales para todos, que por supuesto debe estar apoyado en las leyes y no en la convención, no porque estas sean perfectas, que normalmente no lo son, sino para tener una base concreta en la que apoyarse en caso de conflictos y poder establecer mecanismos objetivos e imparciales para resolverlos, como son los tribunales de justicia.
Para que esto sea posible, creo que es importante considerar los derechos como una institución que no pertenece a la persona que los ejerce, sino a la sociedad. Un derecho no es una especie de cheque en blanco extendido a beneficio exclusivo del portador, sino una especie de contrato de beneficio mutuo entre la comunidad y el individuo. Los derechos solo existen si existe una comunidad que los mantenga vigentes, un individuo aislado no tiene la fuerza y la capacidad para hacerlo, estaríamos de nuevo en el caso del derecho natural, algo que todos sabemos que es insostenible. Por lo tanto, creo que resulta conveniente tener en mente que, aunque nos beneficiemos con el ejercicio de un determinado derecho, debemos tener presente también si y en qué beneficia este ejercicio al resto de la sociedad, porque de lo contrario podemos acabar perdiéndolo, creo que con toda la razón del mundo.
Para terminar, quiero referirme a otro tipo de derechos, tristemente necesarios, cuyo ejemplo más paradigmático son los derechos humanos, recogidos en la famosa declaración. Si no fuera porque todos conocemos, aunque sea a grandes rasgos, la historia de la humanidad, y sabemos la clase de hijos de puta que es capaz de producir (y lamentablemente incluir) la sociedad, resultaría incluso ofensivo y humillante que alguien se arrogue la potestad de concedernos el derecho a existir, pensar libremente y cosas por el estilo. Pero lamentablemente es necesario regular hasta esto para tener una base legal con la que poder actuar contra genocidas, torturadores y asesinos de todo tipo y pelaje. Estoy seguro (o al menos quiero estarlo) de que a ninguna persona normal le hace falta que nadie le diga que está muy feo torturar a su vecino o violar a su hija pequeña, de nosotros lo máximo que puede esperarse son pequeños robos o peleas a puñetazos por cuestiones estúpidas, como una plaza de aparcamiento. Podemos ser bastante caraduras, pero ni se nos pasa por la mente cometer atrocidades. Espero que algún día seamos capaces de erradicar toda esta escoria y hagamos totalmente innecesaria este tipo de legislación.