Negacionismo y agujeros negros
El avance y el éxito imparable de la ciencia como método para descubrir y explicar el funcionamiento de la Naturaleza, unido al desarrollo de internet y las redes sociales, que permite una amplia difusión de todo tipo de teorías, viene emparejado con el auge de la pseudociencia, que consiste en el uso torticero de argumentos aparentemente científicos para construir supuestas teorías con las que apoyar oscuros intereses ideológicos o económicos.
El negacionismo es quizás uno de los métodos pseudocientíficos más utilizados en política. Básicamente consiste en negar una determinada teoría científica, por mucha que sea la evidencia a su favor, basándose en la supuesta autoridad de personajes con una cierta formación científica que tratan de ganar notoriedad a base de presentar teorías alternativas basándose en estudios supuestamente científicos de su propia cosecha. No importa las veces que estas teorías y estos estudios sean rechazados y refutados por auténticos expertos, la gente a la que van dirigidas estas teorías no tienen la formación suficiente para valorar los argumentos a favor o en contra, por lo que todo se reduce a una cuestión de fe basada en preferencias ideológicas.
Los grupos que apoyan estas teorías negacionistas suelen estar ubicados en la parte más a la derecha del espectro ideológico. Uno de las consecuencias que ha tenido el avance de la ciencia ha sido desplazar a la religión como portadora oficial de la verdad sobre el mundo y sobre el ser humano, y esto a su vez ha traído consigo el auge de las ideas liberales de izquierda, convirtiéndolas en un serio competidor para las ideas más tradicionalistas y conservadoras. La ciencia es el enemigo a batir, y una manera de conseguirlo es desprestigiándola a base de crear confusión entre la población que mine su confianza en la misma. La religión es de naturaleza dogmática y autoritaria. Existen unos textos sagrados que contienen la verdad y una serie de personas con la autoridad de interpretarla y difundirla. Ofrece seguridad y certeza basadas en la fe, lo que puede conllevar un gran alivio espiritual para muchas personas, pero en el terreno político ha traído consigo poco más que guerras, opresión y privilegios, hasta el punto de que ha ido siendo desplazada de su posición de poder o apoyo al poder, al menos en los países occidentales. En este terreno encontramos por ejemplo el negacionismo en relación con la teoría de la evolución de Darwin, y la beligerante oposición a personajes de corte liberal como Bertrand Russell, que expone él mismo en su libro Por qué no soy cristiano.
La ciencia, a diferencia de la religión y la ideología, no está basada en la verdad, sino en el conocimiento. Las teorías científicas, por definición, son todas refutables y susceptibles de ser sustituidas por otras mejores y que expliquen más cosas. El objetivo es conocer mejor la realidad y las leyes de la Naturaleza para poder enfrentarnos con éxito a los problemas que se nos presentan. El hecho de que las teorías científicas no representan nunca una verdad absoluta y definitiva es precisamente el que utilizan los negacionistas para atacarlas, sin importar los éxitos y avances que innegablemente nos han proporcionado. En el terreno ideológico muchas veces lo que importa es la hegemonía y el poder, sin importar lo que tengas que destruir para conseguirlos.
Actualmente uno de los frentes más activos del negacionismo gira alrededor del cambio climático, o más bien, dada la creciente cantidad de evidencia a su favor, de la influencia de la actividad humana en dicho cambio. Por supuesto, esto no responde a un afán de conocimiento, sino más bien a la defensa de intereses económicos e ideológicos. Los defensores de la influencia humana en el cambio climático son comunistas y ecologistas que quieren acabar con el sistema capitalista y la industria. No importa el consenso que pueda existir en la comunidad científica sobre esta cuestión, para rechazarla bastan unos pocos adalides de la verdadera libertad, cuyos argumentos son lo de menos (normalmente están todos más que refutados), lo que importa es su valiente defensa de lo que consideran estos grupos que es la base de la civilización occidental.
Pero una de las teorías negacionistas más curiosas es la negación de la existencia de los agujeros negros. A primera vista puede parecer completamente absurdo que alguien se moleste en negar semejante cosa, a no ser que sea por afán de notoriedad. Sin embargo, podemos encontrar también su trasfondo ideológico si ahondamos un poco en el tema. En este artículo podéis encontrar un ejemplo de este tipo de negacionismo en nuestro país, a raíz del reciente fallecimiento del físico Stephen Hawking. En él se habla de las diatribas de un oscuro individuo contra el eminente físico a cuenta de sus estudios sobre los agujeros negros, calificados de pseudociencia debido a la existencia de algunas teorías, que o bien han sido malinterpretadas o bien directamente refutadas.
Si llegamos hasta el artículo original, descubriremos que Hawking era un peligroso socialista que negaba la existencia de Dios, o al menos su necesidad a la hora de entender el universo. Qué menos que pagarle con la misma moneda negando la existencia de los agujeros negros, muy estudiados por el físico. El propio autor del artículo reconoce su falta de preparación en física o en astrofísica, lo cual no le impide dar por buenas las teorías que apoyan su argumento ad hominem. Yo tampoco soy un experto en física, por lo que no voy a defender la existencia de los agujeros negros, lo que me convertiría en un afirmacionista, para eso están los expertos en la materia. Simplemente quiero poner de relieve la escasa credibilidad que nos deben merecer estos individuos.
La ciencia no pretende negar la existencia de Dios o la utilidad de la religión. Se trata de un tema que no entra dentro de su ámbito. De hecho, muchos científicos tienen creencias religiosas sin que esto les cause ningún problema a la hora de desarrollar su trabajo. Los que acusan a la ciencia de atacar sus creencias en realidad están defendiéndose de la debilitación de lo que consideran un instrumento de dominación. Los errores y correcciones en la ciencia no constituyen en absoluto una debilidad, sino precisamente una muestra de su fortaleza, ya que es capaza de avanzar y alcanzar sus objetivos sin necesidad de aferrarse con uñas y dientes a un determinado conjunto de ideas fijas y cerradas.
Pero por este mismo motivo, el apoyo a la ciencia no puede basarse en la fe y en la confianza. Las teorías científicas no son ideología, y no deben defenderse de la misma manera. La única manera de hacerlo es mediante el conocimiento. No perdamos de vista que los científicos necesitan financiación para realizar sus investigaciones, y que esta no procede generalmente del mundo de la ciencia, sino del ámbito de la política y la industria, lo que puede ponerla algunas veces al servicio de intereses torticeros. Como ciudadanos podemos tener una cierta influencia que dirija estas inversiones en la buena dirección, pero esto solo podremos hacerlo basándonos en un conocimiento válido. Invertir tiempo e interés en formarnos en temas científicos y tecnológicos es la única manera de tener unas ciertas garantías de dirigir nuestras opiniones hacia la consecución del aumento del bien común. Cuanto menos ignorantes seamos, más difícil será manipularnos y más valor tendrán nuestros apoyos a la causa que sea.