Libertad
Siempre se ha dicho que la libertad es el bien más preciado del hombre. Se trata de un deseo que compartimos con el resto de animales, al menos de los animales superiores. También es un concepto por el cual se ha luchado desde el principio de los tiempos, tanto para alcanzarlo como para eliminarlo.
Para comenzar, os voy a recomendar un par de libros sobre este tema. Se trata de El miedo a la libertad, de Erich Fromm y Camino de servidumbre, de Friederich A. Hayek. Hayek define la libertad en relación a la abundancia, sin embargo, yo creo que es más apropiado hacerlo en relación a la independencia y la responsabilidad máxima. No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita, algo que desarrollaron de forma extrema filósofos como Diógenes, sobre cuya vida podéis leer por ejemplo en el libro La secta del perro.
Muchas veces se trata el tema de la libertad en términos políticos, mezclándola con el concepto de tener derechos. Yo creo que son dos cosas bastante diferentes, aunque la diferencia le puede parecer demasiado sutil a algunas personas. Los derechos son una especie de pacto social y legal al que se compromete toda la sociedad y que se defiende entre todos. Esto hace que deba establecerse algún tipo de acuerdo sobre su contenido y extensión, y, por lo tanto, existan siempre unos límites sobre ellos. Puedes reclamar al resto de la sociedad apoyo para defender y poder ejercitar tus derechos, pero a cambio esta te puede definir hasta dónde puedes llegar en este ejercicio. Los derechos implican corresponsabilidad.
Sin embargo, la libertad no es un concepto social, sino una propiedad intrínseca del individuo. Uno tiene la sensación de libertad, es algo que depende de cada uno. Si son los demás los que te hacen libre, estás supeditado de alguna manera a ellos, lo que se traduce en dependencia. La libertad es algo así como un instinto primario, pero el hombre es un ser social y normalmente vive en comunidades. Si la libertad es un bien privado del individuo, esto implica una responsabilidad máxima a la hora de ejercerla, lo que significa hacerte cargo de las consecuencias, tanto buenas como malas, que pueda tener este ejercicio para uno mismo o para los demás.
Esto es lo que creo que hace que para tanta gente resulte tan difícil llegar a ser verdaderamente libre, y que incluso la simple idea pueda despertar sentimientos de soledad e indefensión. Ser libre e independiente no es cosa fácil, requiere disponer de recursos suficientes, y estos recursos deben ser interiores, no basta simplemente con tener mucho dinero u otros bienes materiales. Es posible nadar en la abundancia y ser simplemente un esclavo de estos mismos bienes.
Por esta razón, muchas personas han optado siempre por la sumisión y la servidumbre en lugar de por la libertad. Para mí la servidumbre es una especie de dimensión del ser humando que no engloba solo a la persona que se somete, sino también a la persona que domina. La necesidad de dominio sobre otras personas es otro tipo de servidumbre, tan servil es el amo como el siervo, simplemente se establece una relación de poder entre ellos, normalmente decidida por la ley del más fuerte. No resulta extraño que la situación llegue a invertirse, normalmente de forma violenta, y el siervo pase a ser amo y el amo siervo. Las personas serviles simplemente entienden la vida en términos de relaciones de dominio.
Es posible que la especie humana, como tantas otras especies sociales, esté compuesta de individuos dominantes y sumisos por naturaleza y que la servidumbre sea una condición necesaria e inevitable. Pero el ser humano dispone de algo de lo que carecen las otras especies, una gran inteligencia y habilidad y la capacidad de transmitirlas y mejorarlas mediante la cultura. Esto nos hace capaces de llegar a superar nuestras tendencias instintivas innatas y darles la vuelta por completo, por lo que creo que es razonable suponer que la servidumbre no es algo a lo que estamos simplemente abocados. El problema es que nuestra historia y nuestra cultura y tradición tienen raíces mucho más profundas en la sumisión que en la libertad. También está claro que la servidumbre y el intento de someter a otros son y han sido la mayor fuente de conflictos y guerras a lo largo de la historia. El exponente más reciente del daño que puede llegar a hacer lo tenemos en la primera mitad del pasado siglo XX, con el auge del fascismo, el nazismo y el comunismo y las funestas consecuencias que tuvieron para millones de personas. La muestra de lo enraizada que está la servidumbre en nuestro inconsciente lo tenemos en que, en casos como estos, solemos considerar que los malos son los líderes, el resto está fatalmente condenado a obedecerlos y seguirlos y por lo tanto, en comparación, goza de bastante consideración.
Pero ser libre no es tan difícil como mucha gente piensa, simplemente es trabajoso. Cuando uno no es capaz de ser libre, es muy normal que asocie libertad con hacer lo que le venga en gana en cada momento. En estos casos se suele decir que eso es ser esclavo de tus pasiones, pero esto es una contradicción, la persona siempre está “sometida” a su voluntad, la voluntad es precisamente la persona misma. El problema radica en que a lo mejor a los demás no nos apetece estar sometidos a tu voluntad, y esto te puede traer malas consecuencias. De aquí la importancia de asociar la libertad con la responsabilidad. La responsabilidad es la que te permite establecer tus propios límites de manera que tu libertad no choque con la de los demás. Esto requiere educar tus instintos de manera que lo que quieras hacer no te cause problemas. No se trata de aprender a reprimirte, sino de aprender a querer lo que te conviene hacer y te beneficia a ti en primer lugar y también a los demás, en segundo. Esto último es imprescindible, y una muestra de inteligencia, cuanto más beneficioso seas para los demás a cuenta de tu libertad, más les interesará que sigas siendo libre.
Por lo tanto, el trabajo para conseguir la libertad consiste simplemente en la adquisición de recursos, el crecimiento personal, el refuerzo de la personalidad. Cuantas más dimensiones de tu persona desarrolles, menos necesitarás que los demás las complementen. Esto requiere muchas veces pasar por encima de lo que te hayan inculcado desde pequeño y superar ciertas barreras y bloqueos culturales. No hay que ver esto nunca como una traición hacia nadie. El proyecto de la humanidad que tiene realmente valor no es el de hacernos prisioneros de ninguna tradición cultural, sino el que busca la forma de hacer posible la libertad de todos. Lo malo es que con este proyecto están mezclados otros muchos que han ido surgiendo a lo largo de la historia, muchos de los cuales sirven a intereses particulares, incluso a intereses que ya han desaparecido o no tienen sentido actualmente.
Aprender todo lo posible sobre el mundo en que vives, sobre su historia, su filosofía, sobre cómo piensa la gente y como les lleva a actuar su forma de pensar es una garantía de éxito. Competir con los demás para ser mejor que ellos, siempre que sea sin convertirte en un miserable, es un servicio a la sociedad. Aprendemos del éxito y de los fracasos ajenos (al menos en teoría). El altruismo no tiene sentido si antes no te has ocupado de desarrollar y entender a fondo tu propia persona. Trabaja para hacerte libre tú y podrás llegar algún día a ayudar a otros a ser libres.