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sábado, 17 de junio de 2017

Autoridad

Si existe un concepto fundamental en política, sin duda se trata del concepto de autoridad. La autoridad es la fuente que legitima desde el derecho común hasta el ejercicio del poder. Sin embargo, a mi modo de ver, se trata de uno de esos conceptos que son imposibles de definir, aunque todos podemos llegar a reconocerla de manera instintiva si nos encontramos en su presencia.

Autoridad
La autoridad emana desde nuestro interior

Antes de nada, quiero dejar claro que, dado que considero que la autoridad es algo indefinible, lo último que pretendo es hacer precisamente eso, así que me voy a limitar a hablar sobre lo que considero que la caracteriza. Creo que, en general, existe bastante confusión entre el concepto de autoridad y otro concepto que está bastante alejado de ella, el concepto de poder. Tenemos bastante tendencia a mezclar estos dos conceptos y utilizar las palabras que los representan como sinónimos, pero creo que existe una clara diferencia entre ambos: a la autoridad se le pide consejo, mientras que al poder se le piden favores o se le pide acción.

¿Por qué nos empeñamos entonces en utilizar indistintamente las dos palabras como si se refiriesen a la misma cosa? Creo que se trata de algo que nos viene determinado desde arriba y que aceptamos de forma acrítica por pereza intelectual. Todo poder necesita de legitimidad, y la legitimidad del poder procede de la autoridad, por lo que nada más fácil que arrogarse ambas cosas para disponer del kit de gobierno ideal. Otra opción ampliamente utilizada a lo largo de la historia es considerar que la autoridad procede de Dios y, a través de sus representantes terrenales, es conferida al gobierno de turno, que, por supuesto, corresponde repartiendo el poder con dichos representantes.

No creo estar diciendo nada extraño si relaciono autoridad y sabiduría. También el carisma, la experiencia y la empatía son característicos de las personas con autoridad. Todo esto es algo que debe cultivar uno mismo, resulta imposible conferirlo, por lo que a una autoridad se la puede reconocer, pero no se le puede otorgar el título a alguien que no lo sea, ni siquiera otra autoridad puede hacerlo (en realidad, una autoridad de verdad jamás haría semejante cosa).

La autoridad tiene también una faceta social ineludible. Para que exista autoridad hacen falta al menos dos personas, la que la tiene y la que es capaz de reconocerla (no de reconocérsela, cuidado. La autoridad no es una convención, sino un hecho), siempre he pensado que un genio entre imbéciles es simplemente otro imbécil más. Pero no se puede reconocer aquello que se desconoce, por lo que, en una sociedad que pretenda sacar provecho de la autoridad, todos deben participar de alguna manera de la misma, y esto solo se consigue mediante el trabajo, tanto en lo que respecta a nuestros asuntos personales como a los asuntos comunes.

El mundo al que pertenezco, y por lo tanto del que puedo hablar, basa sus sistemas políticos fundamentalmente en la democracia. En una democracia se supone que el poder (la capacidad de tomar decisiones últimas y de actuar en consecuencia) emana del pueblo. Para que esto sea posible, el pueblo debe tener autoridad, y esto es lo que legitima el poder conferido al gobierno. Sin embargo, me temo que nos conformamos con suponer esta autoridad de manera convencional, con lo que lo único que delegamos en el gobierno son nuestros deseos y preferencias personales. Como dice Cicerón en Sobre la república, esto es una forma degenerada de democracia, que él llama anarquía (otros la conocen como demagogia).

Además de ser indefinible, tampoco resulta conveniente pretender hacerlo. Esto puede dar lugar a ideología, algo que considero contrario a la autoridad, que se desarrolla a base de ideas. La autoridad no puede ser patrimonio de nadie ni de ningún grupo. Creo que todo el mundo es capaz de desarrollarla si trabaja lo suficiente. Un ejemplo de ideología en relación con la autoridad es el autoritarismo.

Creo que es importante no asociar la autoridad con una determinada pose o actitud. La imagen clásica pinta a las autoridades con una actitud seria, grave y circunspecta, una especie de santurrones aburridos que se dedican a tocarnos las narices con sus admoniciones. Obviamente, si alguien tiene ganas de vivir la vida y divertirse, lo último que querrá si le presentas esta imagen es parecerse a ellos. Tener autoridad significa tener la personalidad desarrollada en la mayor cantidad de aspectos posibles, no puede estar reñida con la alegría de vivir ni destruir el tipo de personalidad básica de la persona, la autoridad solo te aporta cosas, no te las quita. No es un compromiso que adquieres con un determinado tipo de persona para poder pertenecer a una élite, sino una forma de ser autónomo a la vez que socialmente productivo.

Por todo ello, animo a todo el mundo a tratar de construir su autoridad personal sin miedo a volverse aburrido. Si lo hacemos el suficiente número de personas, todos lo agradeceremos algún día.

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