El pensamiento realista
Aunque vivimos inmersos en un mundo material y nuestra percepción y habilidades han evolucionado para adaptarnos a él y conocerlo perfectamente, incluso con un gran nivel de detalle, muchas veces da la sensación de que la realidad nos parece algo gris y aburrido y preferimos evadirnos al mundo de la fantasía, que podemos diseñar a nuestro antojo o, mucho más fácil aún, que nos pueden proporcionar otros ya diseñado. Esto es algo que puede acarrearnos muchos problemas si no nos andamos con cuidado.
Cuando simplemente dejamos volar nuestra imaginación, estamos hablando de fantasía, lo que sucede cuando leemos o inventamos historias ficticias, por ejemplo; este tipo de pensamiento está destinado principalmente al entretenimiento y disfrute y no suele ser problemático para nadie. Cuando pasamos a creernos sin más aquello que imaginamos, estamos ante el pensamiento mágico, ejemplos del cual son las religiones, el esoterismo y buena parte de todas las ideologías políticas; aquí ya nos metemos en terreno pantanoso y empiezan los problemas, pues muchas de las grandes desgracias de la humanidad han salido, y siguen saliendo, de este tipo de corrientes de pensamiento, incluso, o quizás principalmente, de las que se supone que buscan el bien supremo. Por último, cuando nuestro objetivo es conocer la realidad tal cual es, independientemente de la interpretación que podamos hacer de ella (es decir, de manera objetiva), nos encontramos ante el pensamiento realista, ejemplos del cual son la ciencia y la tecnología; se trata de un tipo de pensamiento que busca conocer la realidad y utilizarla en nuestro provecho, no establecer normas morales a cuenta de ella, por lo que, en principio, solo genera utilidades, aunque somos expertos en utilizar sus productos para hacer el mal y causar toda clase de desmanes, pero eso es algo que sabemos hacer con cualquier cosa que caiga en nuestras manos o que simplemente se nos ocurra, no es algo que nos ordene hacer la ciencia.
Podría pensarse que, puesto que tanto los productos del pensamiento realista como los del pensamiento mágico pueden usarse para hacer el mal, los dos son equiparables en términos éticos y morales, pero esto no es así en absoluto; tanto la moral como la ética pertenecen al ámbito del pensamiento mágico, son conceptos subjetivos y totalmente relativos desde el punto de vista realista, aunque desde un determinado punto de vista ideológico se vean como verdades absolutas; cuando un líder manipula y moviliza a las masas de creyentes, está siendo realista en cuanto a que utiliza su conocimiento sobre la naturaleza humana para llevar a cabos sus fines, pero tanto él como sus acólitos están utilizando el pensamiento mágico cuando valoran que lo que están haciendo es correcto o necesario. El realismo está orientado a conseguir lo que uno quiere basándose en el conocimiento del mundo real, el idealismo a justificarlo.
Pero la humanidad no se dedica solo a hacer el mal. En nuestros ratos libres también dejamos algo de sitio para hacer el bien y llevarnos mejor con los demás, colaborar, ayudar y todas esas cosas. Me confieso absolutamente realista, así que ahora tocaría hacer un panegírico cantando loas a lo mucho que le debemos a la ciencia y lo maravilloso que sería el mundo si todos fuésemos más realistas, igual que yo; pero, como pretendo ser honesto, no lo voy a hacer. No hay que confundir el bien, un concepto ético o moral, con la utilidad, un concepto puramente práctico; una pistola es útil para el tiro deportivo y para matar a un rival, un medicamente es útil para curar o para hacerse rico vendiéndolo en el mercado negro como droga. La realidad no está ahí para decirnos lo que está bien y lo que está mal, simplemente está ahí, podemos utilizarla o no, pero el uso que le demos, y su justificación, depende de nuestras decisiones y de nuestros criterios personales.
Las personas necesitamos tener criterio para actuar, de lo contrario, no podemos tomar decisiones y nos quedamos paralizados por la duda; tanto es así, que cuando no conseguimos decidirnos por un criterio, estamos dispuestos a arriesgarnos a ser manipulados de mala manera buscando adoptar el criterio de otros con tal de tener alguno. Quizás por esta razón prefiramos el pensamiento mágico al realista, el primero nos proporciona criterios y razones, el segundo solamente conocimiento, información y datos sobre el mundo, vemos el primero como algo lleno de emociones y sentimientos, mientras que el segundo nos parece frío y aburrido; la dificultad que encierra el estudio de la Naturaleza, especialmente con el nivel de conocimientos que tenemos actualmente, no ayuda precisamente. Siempre ha sido mucho más fácil creer que saber, por lo que la elección generalmente está cantada.
El hecho de que la realidad nos parezca árida y aburrida se debe a la perspectiva que tenemos de ella. Generalmente, miramos el mundo de manera superficial, sin llegar a verlo realmente todo; pero si ponemos verdadera atención, la realidad nos presenta una riqueza impresionante, simplemente a la escala en la que trabaja nuestra percepción. Ya no digamos si descendemos a escalas inferiores o superiores, desde las partículas subatómicas, los átomos, las moléculas, las células, los genes o las estrellas, planetas y galaxias. Existe todo un universo inabarcable y fascinante, pero trabajoso de visitar, y poca gente se decide realmente a hacerlo en profundidad. En resumidas cuentas, la realidad es mucho más compleja y rica en contenidos que los mundos imaginarios que elaboramos con nuestra fantasía, estos son más simples porque, de lo contrario, nos daría tanta pereza explorarlos como nos la da explorar la realidad misma.
En cuanto a la utilidad, también está bastante mal vista. Nos encanta hacernos los trascendentes que persiguen ideales elevados en lugar de pensar en la simple utilidad, como meros animales. Pero esto resulta algo tremendamente engañoso, es un engaño, o triquiñuela, publicitaria. La ideología es un intangible, es decir, un producto virtual que no necesita otra materia prima para ser creada que nuestra mente, lo que hace que su producción sea muy barata e ilimitada; también es un producto altamente rentable, pues produce pingües beneficios dadas sus grandes posibilidades en caso de ser aceptada por un número grande de seguidores. Por lo tanto, sus promotores utilizan el mismo truco que se usa para vender colonias, que una persona rica y famosa anuncie que las usa, para que nos sintamos un poco como ellos al usarlas también nosotros; así, si seguimos unas determinadas creencias, somos sabios, buenos, virtuosos, etc. Pero a un dios que ni salva ni condena no le reza nadie, y, por mucho que nos empeñemos, todo lo que hacemos lo hacemos buscando obtener una utilidad, o beneficio, como algunos prefieren llamarla adelantándose a una posible petición de explicaciones.
El ser humano, como cualquier animal, funciona por impulsos. De lo contrario, uno se encuentra en un estado catatónico, no hace absolutamente nada. El impulso genera la sensación que llamamos necesidad, que puede ser más o menos intensa, lo que nos permite seleccionar entre varias o decidir satisfacerlas o no, si nos da pereza, que no deja de ser otro impulso, esta vez a no actuar. La cantidad con la que medimos el nivel de satisfacción de nuestras necesidades es lo que llamamos la utilidad, y asignamos más o menos cantidad de esta utilidad a los instrumentos o herramientas en función de la medida en la que nos ayuden a satisfacer nuestros fines. Por lo tanto, unos alicates y una religión tienen un componente realista, instrumental y utilitario, que los hace indistinguibles en cuanto en que ambos son herramientas; pero unos alicates no nos permiten justificar su uso para arrancarle la oreja al vecino, mientras que una religión si permite al menos intentarlo, mediante su componente de pensamiento mágico de la que carecen los alicates, en esto radica su diferencia.
Entonces, ¿por qué deberíamos tomarnos la molestia de ser realistas, con lo que cuesta eso? Ser realista consiste en preferir conocer siempre, si es posible, la realidad, no en conocer simplemente unas cuantas cosas para ir tirando. No consiste en rechazar la fantasía, ni siquiera el pensamiento mágico, que a veces es inevitable, solo en establecer una jerarquía de valores en la que la realidad ocupe el puesto más alto. La razón es sencilla: no solo lo que te permite seguir vivo, sino también lo que te mata, está siempre en el mundo real. No hay muertes por ataques de fantasmas o de dragones, tampoco se ha salvado nadie jamás de envenenarse al comer un plato de setas por creer que no eran venenosas si realmente lo eran. Por otra parte, muchas personas han muerto porque alguien ha creído que eran brujas o demonios. El conocimiento es imprescindible para hacernos responsables de nuestros actos y no tener que depender del criterio de otros; las consecuencias de las decisiones que podríamos tomar, pero que permitimos que tomen otros por nosotros, son responsabilidad nuestra de todos modos (esto, por ejemplo, es pensamiento mágico). Por otra parte, la realidad es imposible de conocer en su totalidad, y en ella no podemos encontrar por ninguna parte los juicios de valor sobre nuestras acciones, por lo que preferirla no evita que tengamos que recurrir obligatoriamente a otros tipos de pensamiento. Somos seres sociales, lo que quiere decir que no podemos evitar tener que justificar en ocasiones nuestras acciones ante otras personas con las que convivimos; tener a la realidad como referente para hacerlo puede ayudar mucho, saber utilizarla en nuestro beneficio para no tener que utilizar a los demás en su lugar también ayuda bastante. Solo tenemos razón cuando nos la dan los demás, cuanto mejor nos llevemos con ellos, más veces lo harán.