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viernes, 9 de noviembre de 2018

El viaje a través del tiempo

La idea de viajar a través del tiempo, ya sea hacia el pasado o hacia el futuro, nos ha proporcionado innumerables historias en forma de cuentos, novelas y películas. Parece que mucha gente sueña con volver al pasado para cambiar alguna cosa o simplemente para ver cómo sucedieron realmente los hechos, o viajar hacia el futuro para ver cómo cambiará el mundo y qué será de la humanidad. De hecho, muchas veces parece que nos interesa más el pasado o el futuro que el propio presente.

Científicamente hablando, el viaje al pasado es imposible. El tiempo solo transcurre en una dirección y no se puede revertir; sin embargo, teóricamente si es posible alcanzar el futuro, aunque no podremos volver atrás, viajando a una velocidad cercana a la de la luz, porque el tiempo transcurrirá más despacio para nosotros que para los demás, fenómeno que se conoce como dilatación temporal, predicho por la teoría de la relatividad de Einstein y que ha sido observado experimentalmente.

La forma más común y extendida de imaginar lo que podría ser un viaje en el tiempo hacia el pasado es similar al acto de rebobinar una película hacia atrás; si retrocedemos 100 años, apareceremos en el mundo exactamente como era hace un siglo, con todos los sucesos del momento ocurriendo exactamente de la misma manera. Es en este punto donde aparece lo interesante del asunto, ya que, si realizamos cualquier acción, se supone que podemos cambiar el curso de la historia y, al volver al presente del que partimos, nos encontraremos con un mundo muy diferente. Resulta una forma un tanto peculiar de cambiar el mundo: en lugar de realizar una serie de acciones, posibles pero probablemente complicadas y trabajosas, nos vamos al pasado y cambiamos algún pequeño detalle, que da bastante menos trabajo; el problema es que primero tenemos que inventar una máquina del tiempo y calcular todas las consecuencias que tendrá el cambio que queremos introducir en el pasado en los años que pasen desde entonces hasta alcanzar el presente. No parece que ganemos mucho con el cambio de estrategia.

Pero además, hay un pequeño detalle que creo que se le escapa a todo el mundo cuando se imagina estas cosas, veámoslo con un ejemplo clásico: viajar al pasado para eliminar a Hitler. Mucha gente bienintencionada, sabedora de los desmanes cometidos por los nazis, y sabedora también de que un grupo cualquiera no es nada sin su cabecilla, sueña con volver al pasado y evitar de alguna manera que el susodicho individuo se haga con el poder. Suelen escucharse planes como matarlo cuando todavía es un niño, algo bastante cruel y que no tiene en cuenta que entonces podía no ser una mala persona, o matar al padre o al abuelo, cuando bastaría con quitarles la novia antes de que pudieran concebir a tan miserable personaje. No parece tampoco que se tenga en cuenta el hecho de que, aunque salváramos la vida de los millones que murieron a causa de las ideas nacionalsocialistas y la guerra, muchas personas que ahora existen, probablemente en un número aún mayor, dejarían de existir al cambiar los acontecimientos, por no darse las circunstancias que condujeron a su nacimiento, lo que introduce un dilema moral bastante interesante.

Pero dejémonos de digresiones y, para no perjudicar a terceros, quedémonos con el plan de matar al dictador antes de que llegue a serlo; yo propondría el año 1925, fecha en la que se publicó Mi lucha, dónde Hitler expone sus planes futuros y que podemos considerar como una confesión de culpabilidad. En 1925 el partido nazi estaba en horas bajas y probablemente no hubiera sido muy difícil matar a su líder, así que cogemos nuestra pistola, nos metemos en la máquina del tiempo, y retrocedemos 93 años hacia el pasado desde 2018 hasta 1925; notemos de paso que obviamente no queremos tardar 93 años en llegar, así que alguna triquiñuela nos habremos inventado para que nuestra máquina viaje a través del tiempo más rápido de lo que transcurre el tiempo mismo, algo parecido a la dilatación temporal de la que hablamos cuando viajamos a la velocidad de la luz, solo que sin irnos demasiado lejos porque podríamos acabar muy lejos del sistema solar (hay que tener en cuenta que la tierra, en 1925, no estaba en la misma posición en la que está ahora). El viaje instantáneo es imposible porque, sin entrar en detalles, implica el manejo de cantidades infinitas, y ya se nos está yendo bastante la pinza con lo de la máquina del tiempo, así que, por simplificar, supongamos que podemos retroceder esos 93 años empleando solamente uno. Llegamos, buscamos al interfecto, nos lo cargamos, y volvemos muy ufanos a 2018 para contemplar nuestra obra, escapando de paso de la justicia de 1925.

¿Es posible viajar a través del tiempo?
¿Es posible viajar a través del tiempo?

El pequeño detalle que se nos escapa, incluso aunque nuestros planes hayan dado los resultados apetecidos, es que desde 1925 hasta 2018 siempre tendrán que transcurrir 93 años, y que 93 años después de 1925 también serán 93 años después de nuestro 2018 de partida, pues el tiempo no se va a congelar en 2018 para esperar a que lleguen las consecuencias de lo que hicimos en 1925. Entretanto, el año 2018 original se habrá desplazado hasta 2111. Podemos llegar a otro 2018 diferente, donde sí que se noten esos cambios, pero en nuestro mundo de partida, ya en 2111, nadie los notará jamás, y la historia seguirá siendo exactamente la misma. Estaremos condenados a vivir en un mundo que no es el nuestro, sin nuestros seres queridos, o volver a nuestro mundo como si no hubiésemos hecho absolutamente nada, un desperdicio de tiempo, de recursos y de integridad moral.

Lo del tiempo visto como una especie de película, donde existen todos los fotogramas y pueden ser visitados a discreción, resulta una fuente inagotable de paradojas, la más evidente de las cuales es que podemos retroceder un solo instante en el pasado para tener dos copias de uno mismo, volver a repetir el proceso, esta vez las dos copias, para pasar a tener tres, y así hasta que tengamos un ejército de clones con el que dominar el mundo, todos perfectamente coordinados por el hecho de conocerse unos a otros como si se hubieran parido. Esto de las paradojas suele indicar que nuestra teoría adolece de algún defectillo, y que no estamos viendo las cosas de la manera más correcta, así que podemos explorar otras opciones.

Decimos que el espacio-tiempo es un espacio con cuatro dimensiones, tres son espaciales y la cuarta es el tiempo. Matemáticamente, cada una de estas dimensiones por separado es una línea (no voy a decir recta para no meternos en discusiones sobre la curvatura del espacio, no es necesario). Como todos deberíamos saber, una línea es un conjunto de puntos situados uno a continuación del otro; aunque todos los puntos son iguales en esencia, no son idénticos, cada punto es un punto diferente; si desplazamos un punto a lo largo de la línea, éste deja de estar en la posición que estaba y pasa a situarse en otra diferente. Supongamos que tomamos un punto en la línea del tiempo y lo llamamos presente; no existe ningún motivo para suponer que, si este punto se desplaza a otra posición, vaya a ir dejando un rastro de puntos por el camino. Los puntos no se reproducen, y el presente no se queda congelado en su sitio y se desdobla en otro mundo casi exactamente igual en el instante siguiente, una y otra vez hasta el infinito. Desde esta perspectiva, el único mundo que existe es el mundo del presente, y todos los cambios que se producen lo hacen siempre también en el presente, sin dejar ningún rastro. En el caso de que existan más puntos en la línea del tiempo, se trataría de mundos totalmente diferentes y separados irremisiblemente del nuestro. No busquéis a Hitler viajando por estos mundos, porque el Hitler que todos conocemos sencillamente ha dejado de existir para siempre; tampoco pretendáis encontraros con vosotros mismos o cambiar el curso de la historia, porque cada mundo tendría sus habitantes y su historia particulares, que no interactuarían con los de otros mundos. Creo que este enfoque resuelve el problema de las paradojas, por lo que posiblemente sea una forma más acertada de ver el asunto.

En cualquier caso, en la realidad que conocemos lo cierto es que solo existe el momento presente, y ese es el único momento en el que podemos actuar si queremos cambiar algo. Se dice que el infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras, aunque, por supuesto, no estoy animando a nadie a cargarse al prójimo; quizás, como en el ejemplo de antes, baste con quitarle la novia a las personas adecuadas, y creo que todos entendemos a lo que me refiero.

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