Falacias: post hoc ergo propter hoc
En esta serie sobre las innumerables falacias que se suelen cometer al argumentar, hoy toca hablar de una muy utilizada para justificar o tratar de demostrar una cuestión basándose en una supuesta relación causal con otra diferente. En realidad, se trata de dos falacias emparentadas: post hoc ergo propter hoc (un hecho se produce después de otro, luego es por causa de ese otro) y cum hoc ergo propter hoc (un hecho se produce a la vez que otro, luego es causado por ese otro).
Estas dos falacias, hablando en términos de estadística, se pueden expresar también con una sola frase: “correlación no implica causalidad”. La correlación es una medida estadística entre la relación recíproca entre dos o más sucesos; puede ser positiva, si se observa que todos los sucesos se producen o no conjuntamente, o negativa si la presencia de unos suele ir acompañada de la ausencia de los otros. Dos sucesos no correlacionados se producen juntos o no lo hacen de manera aleatoria. La correlación no necesita de la simultaneidad en el tiempo, se puede calcular también en relación a sucesos que ocurren uno después de otro. Al ser una medida estadística, no se puede aplicar a fenómenos puntuales o que solo se dan una o unas pocas veces; las medidas estadísticas son más precisas cuantas más muestras se utilicen para calcularlas, nunca hay que aceptarlas si se calculan con solo unos pocos ejemplos; si alguien pretende colarnos algo así, solo puede ser un ignorante, un caradura, o ambas cosas.
Existen muchos ejemplos evidentes a los que se puede aplicar esta falacia: el canto del gallo y la salida del sol; la creencia de que, llevar el paraguas cuando está dudoso si va a llover o no, evita que llueva; la creencia de los antiguos de que los rayos eran consecuencia de acciones de los humanos que enojaban a los dioses; o la creencia de que las acciones y medidas de un determinado gobierno son la causa de todos los cambios en las variables económicas de la legislatura, para bien o para mal, según argumente el propio ejecutivo o la oposición.
El caso es que demostrar correlación es muy fácil, solo hay que contar y realizar unos cálculos sencillos, pero demostrar causalidad es bastante complicado. Las llamadas correlaciones espurias son las correlaciones que se dan cuando se analizan datos que sabemos que no tienen nada que ver unos con otros, y es bastante sencillo encontrarlas si se comparan muchos conjuntos de datos diferentes. La correlación no es una demostración de nada, solo es el resultado de un cálculo. Se puede utilizar como una herramienta de análisis que nos ayude a formular hipótesis y a apoyar posibles relaciones entre sucesos, pero nada más. Nuevamente, quien pretende demostrar algo basándose en una mera correlación, es un ignorante o un caradura, o ambas cosas.
En cuanto a la causalidad, existen dos tipos de sistemas que se caracterizan por el tipo de interacciones que se producen entre sus elementos. En los sistemas lineales, los efectos se suman o se multiplican por valores discretos y constantes; una persona empujando un coche ejerce una determinada fuerza, si se le une otra persona, la fuerza ejercida es la suma de las fuerzas de las dos personas, si ambos duplican la fuerza que ejercen, la fuerza total se multiplica también por dos. Se trata de sistemas simples, podríamos llamar también clásicos, que se pueden analizar simplemente analizando las partes que los componen por separado. Cuando se pueden observar todos los componentes, es fácil encontrar las relaciones causales, como en un billar, dónde podemos conocer con absoluta seguridad qué movimientos de qué bolas han causado el movimiento de las otras. Este es el tipo de sistemas que solían contemplarse como única posibilidad en la antigüedad, y el que pretenden colarte los caraduras que utilizan este tipo de falacias.
Pero actualmente sabemos, gracias al desarrollo del estudio de los sistemas complejos y de teorías matemáticas como la teoría del caos, posible gracias a los avances tecnológicos en el proceso de grandes cantidades de datos, que la mayoría de los sistemas importantes que se dan en la Naturaleza, y en concreto en nuestras sociedades, no se rigen por efectos lineales, sino por los llamados no lineales. En un fenómeno no lineal, el efecto deja de ser proporcional y de poder calcularse usando solo sumas y multiplicaciones, y pasa a ser exponencial, oscilante, y, en general, resultado de alguna función que puede llegar a ser tremendamente compleja y variable en el tiempo. Además, las interacciones se producen entre infinidad de elementos, y resulta imposible separar estos elementos para analizarlos porque, al dejar de producirse las interacciones entre ellos, desaparecen lo que se conoce como propiedades emergentes del sistema, que son componentes que aparecen como de la nada, pero que interactúan también con el propio sistema y producen nuevos efectos. Un ejemplo es nuestra consciencia, que es la razón de que no se pueda entender el funcionamiento del cerebro simplemente estudiando las neuronas por separado.
Ejemplos de sistemas complejos son las redes sociales, la economía, nuestro cerebro, la historia, las interacciones entre proteínas en el interior de las células, la educación de una persona, las relaciones internacionales, el tráfico, las relaciones interpersonales, el clima, y un largo etcétera. Este tipo de sistemas son muy complicados de analizar, y por supuesto es muy difícil o imposible proporcionar conclusiones definitivas, debido a la naturaleza cambiante que le inducen sus innumerables componentes y la complejidad de sus interacciones. Tanto, que es virtualmente imposible que se produzca un mismo estado del sistema en dos momentos diferentes en el tiempo. Se trata de sistemas irreversibles; simplemente la información que generan se integra en el propio sistema y ya no se puede olvidar, no hay forma de volver atrás en el tiempo. Se puede conducir el sistema a un punto similar a otro anterior, pero no hay manera de predecir cuál será la evolución a medio o largo plazo, debido a lo que se conoce como efecto mariposa. Solo los expertos saben analizar estos sistemas, y solo los expertos saben entender esos análisis. No hay manera de explicar de manera sencilla estos análisis ni sus conclusiones a un lego; puedes hacerte una idea, pero realmente no puedes entender de lo que te están hablando, porque no tienes la base suficiente.
Sin embargo, existe la creencia bastante generalizada de que se pueden proporcionar explicaciones simplistas sobre economía, por ejemplo, por parte de personas sin la formación suficiente a personas que tampoco tienen la formación suficiente, para inducirlas a decidir sobre la aplicación de determinadas políticas. Esto, nuevamente, solo puede ser achacado a la ignorancia o a la jeta más espantosa, o a ambas cosas a la vez. Tratar de entender esto debería acabar moviéndonos a la reflexión sobre el papel que tiene el conocimiento en la posibilidad de construir una auténtica democracia, algo que dudo bastante que nadie haya construido todavía en ningún sitio, y, al paso que vamos, probablemente nadie consiga construir jamás.
Para terminar, uno de los usos más extendidos de esta falacia se encuentra, por supuesto, en el campo de la interpretación de la historia. Absolutamente todo lo bueno que podamos tener en la actualidad se puede achacar a las acciones realizadas por nuestros antepasados y al mantenimiento de la tradición. De hecho, si nos ponemos, también se lo podríamos deber a los mismísimos dinosaurios, o a los monos, que nos pillan más cerca. Esto procede precisamente de considerar la historia como un fenómeno lineal, algo que es una simplificación que me parece evidente que no puede tomarse en consideración. Pensemos simplemente en las siguientes cuestiones: ¿La gente del siglo XV podía tener una mínima idea de cómo sería nuestro mundo del siglo XXI? ¿Estarían de acuerdo con nuestra forma de funcionar y de comportarnos? ¿Pueden haber trabajado en algún sentido para que tengamos lo que tenemos? O es más razonable pensar que debía suceder como sucede en el presente, en el que nos ocupamos principalmente de nuestros problemas del día a día sin considerar demasiado las repercusiones sobre nuestra descendencia, y en el que las acciones que emprendemos de cara al futuro se ven continuamente modificadas, detenidas o revertidas en función de los cambios en la situación política o económica. Lo mismo sucede si, en lugar de agradecer a nuestros ancestros sus desvelos por nuestro bienestar, pretendemos culparles de todos nuestros males. Ser un ignorante no es moralmente malo, pero ser un ignorante con influencia puede tener consecuencias negativas para uno mismo y para la sociedad, cuando interactúan las aportaciones de muchos ignorantes. Los jetas, sin embargo, se sienten como Otilio en un bufet libre. Aborrecemos aprender cosas difíciles porque tenemos un sistema educativo vergonzoso. Nuestro futuro como especie depende de que consigamos revertir esto lo antes posible, si es que todavía nos queda tiempo.