Ideas tóxicas
Todos tenemos, creo que sin excepción, una serie de ideas y creencias en la mente que, más que constituir una ayuda para desenvolvernos con éxito en la vida, suponen un lastre para nuestro desarrollo personal. Y, muchas veces, no nos afectan solamente a nosotros mismos, sino que se van contagiando a otras personas, debido a que somos una especie social con una fuerte tendencia a actuar y pensar como la gente que nos rodea.
Resulta muy difícil hacer una enumeración concreta y exhaustiva de todas estas ideas, ya que no se trata simplemente de una serie de enunciados grabados en nuestra memoria, sino que todo lo que pensamos está estrechamente ligado a sentimientos y emociones y, en última instancia, al estado fisiológico de nuestro organismo. Para complicarlo más, las ideas no son independientes unas de otras, todas ellas están relacionadas de alguna manera entre sí formando una tupida red, de manera que nuestro pensamiento va navegando libremente por está madeja, despertando sentimientos y emociones que a su vez llegan a provocar cambios en nuestro metabolismo. El sistema funciona en las dos direcciones, también el estado físico influye en el estado anímico, y este en la clase de ideas e interpretaciones que circulan por nuestra mente. De esta manera, se puede decir que cuerpo y mente actúan como un todo, formado por varios elementos y niveles en constante movimiento y cambio, con una dinámica que puede ir desde una plácida fluidez y armonía hasta una violenta tormenta, o incluso un estado caótico, pasando por bucles y remolinos más o menos acentuados.
Se dice que las cosas son como tú te las tomas. Y lo cierto es que no hay dos personas iguales, ya que las posibles formas de combinar ideas, creencias, sentimientos y emociones son prácticamente ilimitadas, e incluso pueden cambiar dentro de un mismo individuo a lo largo del tiempo, lo cual es una buena noticia, ya que podemos tener la certeza de que, si actuamos sobre todo ello y aprendemos a gestionarlo adecuadamente, conseguiremos superar los errores que nos mantienen en un estado que consideramos indeseable, aunque en principio no sepamos cómo hacerlo.
Así pues, resulta conveniente dejar de pensar en términos simplistas de ideas tóxicas y empezar a hacerlo de una forma más compleja y sofisticada, que nos permita una mayor capacidad y flexibilidad de acción, hablando de estados de intoxicación inducidos por ideas, o algo por el estilo. No perdamos de vista que a veces no son las ideas en sí las que son dañinas, sino ciertos sentimientos que dirigen nuestro pensamiento y parecen utilizar las ideas como armas y alimentos para crecer y hacerse más fuertes. Los organismos vivos sobreviven con éxito mediante la adaptación al medio que les rodea, y esto lo consiguen mediante la gestión y evolución de sus mecanismos interiores. El medio es en esencia impredecible, por lo que la clave está en la capacidad de respuesta desde el interior. Como no podemos tener a priori una lista exhaustiva de las ideas que van a tener efectos dañinos en nosotros, debemos desarrollar métodos genéricos de afrontar lo que nos vaya viniendo de manera que seamos capaces de neutralizar todas las amenazas antes de que nos perjudiquen.
Mitrídates VI fue un rey de la antigüedad del que se dice que llegó a inmunizarse contra toda clase de venenos a base de ir tomando pequeñas dosis, hasta el punto de que, cuando trató de suicidarse ingiriendo veneno para que no le capturaran vivo sus enemigos, tuvo que recurrir a la espada de uno de sus oficiales por que no hubo manera. Las estrategias de afrontamiento son siempre superiores a las de huida. Es mejor enfrentarse cara a cara a todas y cada una de las cosas que nos perjudican interiormente que rodearlas y dejar que se instalen a nuestras espaldas. Y la lucha requiere energía, por lo que el principio de todo esto pasa por reforzar el organismo para que esté preparado para ello. Cuidar la alimentación, descansar lo suficiente y hacer ejercicio regularmente son una preparación imprescindible para cimentar sólidamente nuestra personalidad. Si esto se descuida, todo lo demás se vendrá abajo tarde o temprano. La parte racional también se puede y debe ejercitar y reforzar, aunque siempre resulta más laborioso, ya que es más compleja. Quizás la parte más complicada de manejar, y por ello casi la más importante, ya que es una parte central, sea la emocional y sentimental. Y aquí, como se trata de algo que solo percibimos nosotros mismos, estamos bastante solos ante el peligro.
Y nuestra parte emocional es fundamental sobre todo en el sentido de que es precisamente en ella dónde se produce la intoxicación. Las ideas son tóxicas en el sentido de que inducen una disfunción en nuestros estados emocionales. La misma idea es tóxica en algunas personas e inofensiva o incluso beneficiosa en otras. Podríamos decir que nuestro organismo está sano en el plano emocional cuando nuestros sentimientos y emociones pueden fluir entre diferentes estados acompañados, aunque no necesariamente dirigidos, por nuestra voluntad, de manera que nuestro estado promedio resulta equilibrado y armonioso y nos ayuda a desenvolvernos con éxito en el mundo. En un organismo intoxicado se producen bucles de realimentación positivos y negativos que nos hacen encallar en estados de los que no podemos salir y que incluso se van incrementando llevándonos a situaciones que pueden acabar en enfermedades físicas y que nos impiden llevar la vida que nos gustaría. También pueden producirse situaciones en las que simplemente nos quedamos sin recursos emocionales y nos bloqueamos. Resulta muy simplista dividir nuestros sentimientos y emociones en dos conjuntos, los buenos y los malos, y tratar de quedarnos solo con los buenos. Una persona que está siempre feliz puede estar tan desequilibrada como una que esté siempre triste o rencorosa. Se trata de aprender a gestionar las emociones aprendiendo las relaciones que tienen con nuestras ideas y creencias racionales y el estado físico de nuestro organismo, y esto no es nada fácil, es casi un arte.
En esto juega y ha jugado siempre un papel fundamental nuestra faceta social. Nacemos con un equipamiento básico para sobrevivir y ningún conocimiento del mundo que nos rodea. Las ideas no solo nos vienen de nuestra observación del mundo. La mayoría de ellas están puestas ahí por los demás, con mejores o perores intenciones. Existe una lucha constante entre el desarrollo de la personalidad que queremos tener y la que pretenden los demás que tengamos, y, en nuestros primeros años de desarrollo, la mayoría de la gente tiene las de perder. La idea de facilitar el desarrollo de una persona mediante el conocimiento y la experiencia adquiridos por otras es completamente correcta. Uno no va a tirar por el buen camino por que se le deje a su libre albedrío, los caminos erróneos son mucho más numerosos que los acertados, pues nuestro desarrollo es altamente complejo. Muchos pequeños errores pueden tener grandes repercusiones a largo plazo. Seríamos unos insensatos si no quisiéramos optimizar la formación de nuestros hijos usando la experiencia acumulada. El problema, como nos sucede con tantas otras cosas, es que esto solo es perfectamente válido en teoría.
Lo cierto es que en nuestra sociedad no existe la sabiduría suficiente para hacer bien este trabajo y la que hay no está distribuida de una manera homogénea. Existen muchas ideas y creencias desactualizadas, equivocadas, perversas, superficiales o una mezcla de todo ello. Gastamos mucha energía en idear formas de manipular a los demás para explotarlos, engañarlos o simplemente para reírnos a su costa. En fin, todo eso que todos ya sabemos y conocemos perfectamente. Sufrimos un bombardeo constante de todas estas ideas, que nos llegan desde todas partes y se transmiten de generación en generación, amparadas muchas veces en nuestra necesidad de pertenecer al grupo y de no desentonar de las opiniones de la gente que nos rodea, por si acaso. Se trata de una de las principales fuentes de ideas tóxicas y la principal vía de transmisión.
Por todo esto, en lugar de intentar encontrar una lista general de ideas tóxicas, trata de identificarlas en relación al efecto que tienen en ti. En general, todo lo que te venga del exterior y no integres y fundamentes en tus propias estructuras mentales y emocionales se convertirá en tóxico, simplemente porque supondrá una pieza mal colocada que afectará a la armonía del resto. Las creencias de los demás, por antiguas o extendidas que sean, en general siempre están más o menos equivocadas y sesgadas por intereses espurios, lo que también quiere decir que tienen parte de razón o la tuvieron en su día. No creas nada que tú mismo no puedas fundamentar, y nunca te lo llegues a creer del todo. Nuestro conocimiento es siempre imperfecto e incompleto. El escepticismo es muy sano cuando va acompañado de la investigación, la reflexión y la crítica. Las creencias demasiado firmes suelen ser más una barrera o un impedimento para avanzar que otra cosa. En fin, conócete a ti mismo y cuida de tu organismo y de hacerte responsable de lo que sucede en tu interior, aprende a no enredarte con tus propias emociones e ideas, y mucho menos con las ajenas. Empieza por hacer de ti algo sólido. Los demás, si tienen que esperar, que esperen. El momento de compartir llegará cuando te sobre, y, si lo haces bien, te sobrará.