Oír voces: alucinaciones auditivas y drogas
Nunca te librarás de nosotros
Si te dicen que alguien escucha voces de personas que no están presentes, probablemente te imagines de manera automática a una persona que está bajo tratamiento psiquiátrico y, casi con toda seguridad, encerrado en algún pabellón psiquiátrico y sedado para aliviar su sufrimiento. Pues bien, esta quizás no sea la imagen más acertada. Y no es que no existan multitud de casos en los que dicha escucha de voces sea un síntoma patológico, como en el caso de la esquizofrenia, que causa la incapacidad del paciente al verse sobrepasado por el fenómeno, sino que, al parecer, existen muchas más personas que son capaces de vivir una vida perfectamente normal a la vez que escuchan dichas voces, viviendo algunos incluso muy felices con el fenómeno.
La razón de esta asociación automática entre escuchar voces y locura se debe, por un lado, a que el contacto con el asunto que tenemos la mayoría de las personas es a través de obras de ficción, en las que casi de manera invariable se presenta efectivamente como algo asociado a la locura y la incapacidad. Por otro lado, la mayor cantidad de obras de no ficción sobre el tema está compuesta de trabajos procedentes del campo de la psiquiatría y la psicología, en los que solo se tienen en cuenta a los pacientes psiquiátricos, algo que produce un sesgo evidente en la muestra estudiada. Nadie se ocupa del estudio del fenómeno en las personas que no tienen problemas por escuchar voces, ya que éstas no suelen acudir a la consulta del médico por este motivo, ni tampoco parecen tener mucho interés en divulgar sus experiencias.
El libro del que voy a tratar aquí habla mucho y en profundidad acerca de esta experiencia, y además en primera persona. Su título es Nunca te librarás de nosotros, del autor Miguel Asecas. Se trata de una larga experiencia de escucha de voces sufrida por el propio autor durante los últimos 25 años, dividida en cuatro episodios principales diferentes. Se trata de una historia particularmente interesante, porque está a caballo entre los dos mundos: el de las personas que sufren un trastorno psiquiátrico y el de las que pueden hacer una vida más o menos normal conviviendo con el fenómeno. También es una historia de recuperación y crecimiento personal contada en un tono positivo y dinámico, lo que hace que su lectura sea fácil, entretenida e incluso instructiva.
Muchas de las experiencias patológicas de escucha de voces están causadas por sucesos traumáticos: abusos físicos y sexuales en la infancia, violaciones y agresiones violentas, muerte de familiares y amigos, o incluso guerras y desastres naturales. En el caso que nos ocupa, el detonante es el consumo desmedido de drogas, en concreto de drogas estimulantes, algo que de manera casi invariable acaba induciendo psicosis y paranoia. Esto añade un factor de interés adicional a la historia, ya que no solo se trata del proceso de recuperación de la normalidad tras sufrir un trastorno mental, sino que también aborda la problemática de la superación de las adicciones en un contexto tan extendido como es el del abuso de estupefacientes.
En algunos capítulos del libro, el autor también ofrece algunas explicaciones de corte científico sobre el fenómeno de escuchar voces, aunque sin abusar de ellas para entorpecer lo menos posible la dinámica de la narración. Proporciona nombres y referencias de autores e investigadores relevantes en este campo que pueden aportar información adicional a toda persona que esté interesada en este campo, bien sea por experiencia personal o de algún familiar cercano, por interés profesional, o por pura y simple curiosidad.
Actualmente existen dos tendencias en el campo de la psiquiatría, que podríamos calificar de opuestas, acerca del enfoque a adoptar ante el caso de una persona aquejada de psicosis con alucinaciones auditivas: La tendencia tradicional y dominante está centrada de manera casi exclusiva en la medicación, y es la que básicamente todo el mundo conoce; no se presta atención al contenido de las voces del paciente porque se considera que esto incentiva y da pábulo a sus ideas delirantes. Por otra parte, a finales de los años ochenta del pasado siglo, surgió un movimiento minoritario dentro de la psiquiatría, centrado en la terapia y en el análisis de lo que las voces tienen que decir, además de en trabajar la relación entre el oyente de voces y sus voces, pasando a considerar la medicación en el proceso de recuperación no como algo central, sino como una ayuda secundaria. En este enfoque se busca que el sujeto participe de manera activa, e incluso llegue a liderar, todo el proceso que lleve a su recuperación. Para ello, se forman grupos de oyentes de voces que comparten sus experiencias y su manera de lidiar con el asunto, en los que participan también profesionales del campo de la psiquiatría y la psicología. Hoy en día, el éxito de este punto de vista está fuera de toda duda.
Este último es también el enfoque que el autor considera más apropiado para tratar el problema. En el libro narra sus experiencias con la psiquiatría tradicional, cuyo éxito para aportarle alguna ayuda podría calificarse de nulo. Tampoco ha participado en ninguno de estos grupos de oyentes de voces, pero sus conclusiones tras haberse ocupado por sí mismo de todo el proceso de recuperación coinciden por completo con las de ellos. Esto no quiere decir que el libro sea crítico en exceso con la psiquiatría tradicional; el autor simplemente la considera, al menos en su caso, inefectiva, aunque en general habla bien del trato recibido por parte de los psiquiatras que ha visitado. La medicación, en su caso, como en el de muchas otras personas, no le ha aportado ninguna ayuda a la hora de librarse de sus voces, aunque tampoco ha tenido efectos secundarios problemáticos.
Para terminar, en la última parte del libro el autor explica cómo acabó dejando las drogas y superando el ataque continuo de sus voces por medio del autoconocimiento y el crecimiento personal, sustituyendo los malos hábitos por actividades edificantes y reforzadoras de la personalidad. Para aquellos que luchan contra las voces angustiantes, esta lucha es equivalente a un enfrentamiento social centrado en el dominio; una personalidad fuerte, en este caso, es la mejor medicina para superar el problema.