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viernes, 15 de febrero de 2019

Realismo e instrumentalismo

Existen dos posturas o corrientes filosóficas, teóricamente enfrentadas, acerca de la consideración que deben tener los modelos y las teorías científicas: el realismo y el instrumentalismo. Para los realistas, un modelo y sus teorías asociadas describen, o deben describir, fielmente la realidad; para los instrumentalistas, las teorías pueden ser simplemente herramientas que funcionan correctamente a la hora de hacer predicciones sobre la realidad, pero que no necesitan ajustarse con precisión a ella.

Como en todas las cuestiones polémicas, cada una de estas dos posturas tiene a su vez grupos de defensores que abordan la cuestión desde perspectivas diferentes, formando a su vez distintas corrientes filosóficas. Tratar el tema de manera rigurosa y académica abarcaría un tratado completo, por lo que expondré mi punto de vista sobre la cuestión de manera informal. Podéis encontrar infinidad de artículos y trabajos sobre la cuestión googleando un poco, por ejemplo en Velázquez, Alba. (2016). Debate contemporáneo en torno al realismo científico.. Empecemos con la postura realista, que gira en torno al concepto de verdad.

La postura realista gira en torno al concepto de verdad. El ser humano ha tenido desde siempre una fijación, muchas veces incluso enfermiza, con este concepto, llegando a cometer toda clase de barbaridades y sacrificios en su nombre. Curiosamente, también es una de las cosas que más nos gusta esconder, por lo que no cabe duda de que se trata de una entidad muy poderosa para nuestra mente. De esta manera, todo lo que está asociado con la verdad adquiere una pátina de prestigio que se transmite a, o que se arrogan, según cada uno quiera verlo, sus ardientes defensores. La ciencia aspira, creo que merecidamente, a ser el buque insignia del conocimiento humano. Por otra parte, su desarrollo parte desde la más remota antigüedad, lo que significa que está impregnada (aunque yo más bien diría en este caso que contaminada) de tradición; se trata de una visión alternativa a la religión para explicar el mundo, al menos su parte física, la Naturaleza, y, como la religión es transmisora de la verdad, la ciencia también debía serlo, si quería ser un rival a la altura.

El problema con esto es que resulta una competición muy desigual. Para la religión es muy sencillo trabajar con la verdad, ya que solo se necesita de la fe, una especie de cheque en blanco en términos de confianza; la disidencia se paga con la expulsión de la comunidad, si no de formas peores. Pero los científicos no tienen más remedio que comprobar y demostrar empíricamente las cosas que afirman, y tratar de refutarlas por todos los medios (legales y honestos, claro está) forma parte del juego, aunque a veces parezca que la oposición a la disidencia se acerca al dogmatismo de las religiones; pero esto es debido a error humano, no forma parte de la filosofía de la ciencia.

Siendo estrictos, cuando hablamos de la verdad sobre la Naturaleza, deberíamos entender que solo existe una, que es la Naturaleza en sí misma; en términos de lógica, consistiría en una afirmación que dijese absolutamente todo lo que se puede decir sobre ella, es decir, la verdad absoluta. Esto es así porque se trata de un sistema complejo. De hecho, es un sistema complejo que a su vez está formado por infinidad de sistemas complejos más pequeños, y esta clase de sistemas no se pueden explicar analizando simplemente sus partes por separado, porque sus interacciones generan sinergias y propiedades emergentes que se pierden al separarlas, pero que forman parte también del sistema completo. La ciencia no ha conseguido, ni creo que consiga jamás, una teoria del todo (aunque no deja de buscarla), que sería lo más aproximado a la verdad absoluta. Las teorías existentes hablan sobre partes del mundo físico, por lo que habría que considerar que dicen verdades de menor rango. En filosofía existe una forma deliciosa de llamar a esto, que consiste en añadir la coletilla “en sentido débil”. De esta manera, tendríamos que estamos hablando de verdades, sí, pero de “verdades en sentido débil” (sin sacar las cosas de quicio, que diríamos en lenguaje vulgar), de afirmaciones que solo son verdad de manera incompleta. Un ejemplo sencillo de esto son las leyes del movimiento y la gravitación de Newton; son verdaderas en el sentido de que, de manera aproximada, sirven para describir y predecir fenómenos físicos a la escala en la que funcionamos normalmente, pero a escala cósmica y con velocidades lumínicas no funcionan, y debemos recurrir a la teoría de la relatividad de Einstein, que es más compleja y por eso solo se usa a estas escalas, donde también funciona. La teoría de la relatividad de Einstein habla de la curvatura del espacio para explicar la gravedad: resulta que el espacio es curvo, pero no sabemos por qué, de manera que volvemos a encontrarnos con una verdad incompleta.

El instrumentalismo ve las teorías como herramientas
El instrumentalismo considera las teorías como herramientas

Ante todos estos problemas que presenta el realismo, surge el punto de vista instrumentalista, como una especie de desahogo para esta congoja y ansiedad al intentar asimilar a toda costa ciencia con verdad. Se trata de dejar un tanto de lado el enfoque centrado en ideales y pasar a ver el tema desde un punto de vista más pragmático; la ciencia no está para servir a ideales trascendentes, sino para servir a las necesidades e inquietudes prácticas del ser humano. El conocimiento está a nuestro servicio, no al servicio de entidades supremas. De esta manera, los modelos y las teorías no necesitan describir fielmente la realidad, ni siquiera es necesario que se le parezcan, mientras sus resultados nos sirvan para tratar con ella; se trata de simples herramientas. Ojo, porque no hay que ver estas dos posturas como contrarias; el realismo es, o pretende ser, un punto de vista maximalista, mientras que el instrumentalismo es conformista, abarca todo lo que pueda abarcar el realismo, pero añade la posibilidad de tener modelos y teorías que sean meros instrumentos o herramientas. Desde mi punto de vista, se trata de una mera extensión que trata de superar los problemas filosóficos del enfoque realista, que es demasiado exigente y estricto.

Para hacerse una idea de lo que puede querer decir esto, pensemos en una prótesis artificial de una mano, de esas que tienen dos ganchos que permiten agarrar objetos. Está claro que no es una mano verdadera, y para decir que se parece a una mano hace falta bastante imaginación, pero es un instrumento que se usa en lugar de una mano y permite realizar algunas de las acciones que necesitamos realizar con ella. Esto puede parecer un tanto pijotero a las personas acostumbradas solamente al lenguaje corriente del día a día, pero las discusiones filosóficas y científicas no se realizan en bares tomándose unas cervezas mientras se mira un partido por la tele; se busca el máximo rigor y precisión, gracias a lo cual, cuando te tomas la segunda pastilla de un blíster de un medicamento, puedes estar seguro de que es exactamente igual que la primera. En la calle, esta discusión sería una tontería, por supuesto, en la academia, no.

Centrarse en la utilidad práctica de los modelos y teorías es además mucho más cercano a la forma de proceder real de los científicos. Uno se plantea una cuestión acerca de la cual investigar, realiza una serie de hipótesis sobre la misma, construye un modelo matemático para tratar de comprobar estas hipótesis sobre el mismo, que siempre será una versión lo más simplificada posible de la realidad, eliminando todos los elementos superfluos que no nos interesan de la cuestión que estamos investigando. Luego se comprueban y confirman o refutan estos resultados con experimentos sobre la realidad, y vuelta a empezar desde el principio hasta quedar satisfechos con las conclusiones, que frecuentemente no suelen ser totalmente completas y precisas al 100%, sino solamente suficientes por encima de un cierto nivel de exigencia.

Podemos pensar que, por este procedimiento, nos vamos acercando poco a poco a la verdad y, al final, llegaremos a un conocimiento verdadero y absoluto y el punto de vista realista se mostrará como el realmente válido, pero en realidad la cosa no funciona así. La realidad es demasiado amplia como para poder abarcarla toda; tampoco podemos estar seguros de que nuestra capacidad de entenderla llegará hasta los límites de la misma, ni de cómo haremos para saber dónde están o incluso si existen dichos límites. Aunque yo defiendo el pensamiento realista como el enfoque preferente a la hora de analizar las cosas, creo que, en este caso, resulta demasiado pretencioso de manera innecesaria. Podemos relajar un poco nuestras aspiraciones sin renunciar por ello a entender el mundo de la manera más aproximada posible. No siempre es necesario conocer exactamente las leyes de la Naturaleza para servirse de ellas; los antiguos lo hacían, y nosotros lo seguimos haciendo. Quizás la mayor utilidad que puede verse en estas controversias es que motivan a alguna gente (desgraciadamente poca) a interesarse por estos temas; nos encanta discutir, y eso es algo muy positivo y productivo si se sabe tratar de manera inteligente.

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