Este sitio utiliza cookies de Google para prestar sus servicios y analizar su tráfico. Tu dirección IP y user-agent se comparten con Google, junto con las métricas de rendimiento y de seguridad, para garantizar la calidad del servicio, generar estadísticas de uso y detectar y solucionar abusos.Mas información

Ir a la página de inicio Contacto RSS
jueves, 31 de agosto de 2017

Política y opinión pública

En la que quizás sea la visión más simplista de la democracia, la política la hacen los políticos profesionales, como representantes del pueblo. El pueblo “soberano” se limita a votar cada cierto tiempo para elegirlos y, a continuación, todo se reduce a protestar cuando algo no te gusta (que quiten…), o a pedirles que hagan cosas (que pongan…).

Opinión pública
Es importante una opinión pública informada

En un modelo jerárquico como este, la opinión pública se controla desde arriba, normalmente mediante la ideología. Los ciudadanos en general no están ni interesados ni preparados para profundizar demasiado en temas complejos de economía o de gestión de recursos, por ejemplo. Las preocupaciones de la “gente común” se circunscriben a las cuestiones que les afectan más directamente: encontrar y mantener un trabajo, una vivienda o los estudios de sus hijos. Si sumamos a esto un sistema educativo deficiente y una falta de transparencia sobre las decisiones políticas, se produce una fuerte asimetría en el manejo de la información que conduce a una opinión pública que es solo un reflejo de la opinión de los líderes políticos.

Resulta muy sencillo, en un escenario como este, manipular las ideas de la ciudadanía. Existen muchos sesgos cognitivos, ampliamente estudiados, que permiten realizar esto con facilidad. Podéis encontrar una brillante exposición de esto en el libro Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman. Por supuesto, existen organizaciones y personas independientes con un mayor grado de formación que intentan contrarrestar esto mediante la publicación de libros, estudios o blogs especializados. Ejemplos de este tipo de blogs son, por ejemplo, Nada es gratis, especializado en economía, ¿Hay derecho?, en derecho, o Politikon, en política.

Pero para poder aprovechar estos recursos, además de molestarse en utilizarlos, hay que desarrollar una buena capacidad crítica, un criterio. De lo contrario, nuestra opinión seguirá estando manipulada, bien sea con intereses torticeros, bien con buenas intenciones. En lugar de formarnos ideas propias, nuestras ideas estarán contraladas desde el exterior, y esto concentra de nuevo la opinión pública en unos pocos grupos o individuos. Para tener ideas propias, el primer sesgo que hay que contrarrestar es el sesgo de confirmación, que consiste en asimilar con mayor facilidad y dar mayor fiabilidad a las ideas que confirman nuestras creencias que a aquellas que las contradicen. Esto se corrige fácilmente centrándose sobre todo precisamente en estas ideas que contradicen nuestras creencias, leyendo cosas con las que, en principio, no estamos de acuerdo. Por supuesto, siempre con un espíritu crítico, algo que también debemos aplicar a las ideas con las que, en principio, comulgamos.

Con esto se consigue una mayor capacidad de reflexión y análisis, a costa de perder firmeza en nuestras creencias. Esto, que mucha gente considerará algo negativo, es precisamente una muestra de desarrollo intelectual. Las ideas firmes, junto con la carencia de opinión, son características de la ignorancia. Recordad la frase de Sócrates: “solo sé que no se nada”. Poder discutir un tema en profundidad muchas veces requiere ir matizando las ideas, mantenerse en una postura cerril no lleva a ninguna parte, equivale a quedarse clavado inmóvil en un punto. Cualquier persona con un mínimo de capacidad intelectual simplemente rodeará este punto y seguirá adelante sin nosotros.

Mucha gente piensa que sus ideales son una especie de legado familiar con el que deben estar comprometidos sentimentalmente hasta la muerte para no traicionar la memoria de sus ancestros o de su clase social. Creo que esto es un error. Todas las ideas que manejamos tienen sus raíces en la más remota antigüedad, todas se han ido conformando influenciándose y mezclándose entre sí. No existen líneas ideológicas puras separables del resto, esto es equivalente al mito del racismo, pero en el plano intelectual. Debemos considerar todas las ideas como un patrimonio común de la humanidad. Son un producto nuestro, no estaban ahí antes de existir nosotros. Por supuesto, uno debe elegir qué ideas aplicar a la situación sobre la que está tomando postura o decisiones, pero la buena gestión se caracteriza por una mayor riqueza de recursos en estas cuestiones, cuantas más ideas diferentes seas capaz de manejar, mayor será tu capacidad de tomar buenas decisiones y de ir corrigiendo los errores. El mundo cambia de forma impredecible, por lo que aferrarse a un criterio determinado es una receta segura para el fracaso.

Como muchos habréis advertido, esta es una postura individualista, en la que cada uno se forma su propia opinión informada. Todavía está muy presente en nuestras mentes la idea tan manida de que “la unión hace la fuerza”. Esto es cierto, pero esa fuerza puede ser tanto positiva como negativa. Pensad, por ejemplo, en un pelotón de reclutas enfrentado a un comando de las fuerzas especiales bien entrenado. Aunque sean superiores en número, los reclutas tienen poco que hacer en un caso como este. El mito del líder con alta capacidad estratégica que conduce a las masas ignorantes hasta la victoria mediante la revolución es cada vez más inviable, si es que ha sido viable alguna vez. En lugar de formar grupos cerrados con una ideología totalmente definida, es mejor prepararse como individuos con criterio y recursos propios que puedan colaborar entre sí en grupos abiertos formados de forma espontánea para estudiar y encarar un determinado problema.

El concepto de soberanía popular no es un mero formalismo. La ciudadanía debe aprender a conformarse como la institución básica del estado, a la que le corresponde la autoridad. Esta autoridad se consigue mediante el desarrollo de una opinión pública de calidad. Actualmente, como mucho, esta autoridad está ejercida por los expertos. No es necesario que los ciudadanos se conviertan en unos expertos multidisciplinarios en todos los temas de importancia, esto es imposible, basta con una formación suficiente para poder entender realmente a los expertos, y esto es mucho más fácil de conseguir, aunque requiere de voluntad y trabajo. De este modo, no es necesario que los políticos y periodistas nos “traduzcan” las opiniones y conocimientos de los mismos, en un lenguaje simplista que casi nunca capta correctamente todos los matices importantes de los temas tratados, si es que capta alguno, y tendrán más tiempo para dedicarse a un trabajo mucho más importante, la gestión de los recursos y la información sobre lo que pasa en el mundo.

El poder le corresponde al estado. Los ciudadanos no deben tener poder, lo delegan en el estado. Pero muchas de las ineficiencias de nuestro sistema se deben a que necesitamos controlar o evitar los abusos del mismo, implementando medidas restrictivas, normalmente ineficientes, que distorsionan la capacidad de acción de las instituciones, como si estuviesen pobladas de delincuentes en libertad vigilada. Creo que el mejor mecanismo para conseguir este control está en la autoridad de una opinión pública de calidad y no manipulable. El comportamiento y la mentalidad de los políticos es un reflejo de los de la ciudadanía, y se realimentan mutuamente. La clave del buen funcionamiento de la sociedad está precisamente en las características de esta realimentación.

Pero existen fuerzas poderosas que se oponen a este desarrollo productivo de la opinión pública y el conocimiento en general. No, no son las élites extractivas ni los políticos corruptos, se trata de la alta complejidad que está alcanzando nuestra sociedad de la información y la alta tecnología. Hay demasiada información que procesar, demasiada complejidad, y esto genera una gran confusión que juega en contra de nuestra capacidad de formación. Esto se expone con mucho acierto en el libro Superficiales, de Nicholas Carr. Hoy en día, más que saber muchas cosas, hay que aprender a gestionar y filtrar muy bien la información, tener un conocimiento básico y general sobre gran amplitud de temas y muchas referencias en mente para poder ampliarlo en caso de que sea necesario. Creo que la clase de política que necesita nuestra sociedad para recuperar o no perder el rumbo no está en manos de nuestros dirigentes, sino precisamente en la que podamos desarrollar mediante la autoridad cada uno de nosotros para conformar un pueblo al que se le pueda aplicar con todo derecho el calificativo de soberano.

Comparte este artículo: Compartir en Twitter Compártelo en Facebook Compartir en Google Plus
Comentarios (0):
* (Su comentario será publicado después de la revisión)

E-Mail


Nombre


Web


Mensaje


CAPTCHA
Change the CAPTCHA codeSpeak the CAPTCHA code