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jueves, 1 de febrero de 2018

Desarrollo personal y medicina preventiva

La mejor medicina que existe es la medicina preventiva. Consiste en tratar de evitar o retrasar la aparición de enfermedades mediante el cuidado y fortalecimiento de nuestro organismo. Esto también puede servir para conseguir que, en caso de producirse la enfermedad, sus efectos sean más leves y menos duraderos.

Los responsables de los sistemas de salud de todo el mundo saben que las acciones orientadas a prevenir enfermedades son efectivas y permiten un gran ahorro de recursos, por lo que se realizan numerosos estudios para encontrar hábitos y prácticas saludables que puedan ser promovidas entre la población. Todos salimos ganando, el estado gasta menos dinero a la vez que puede ofrecer un mejor servicio, el ciudadano goza de un mejor estado de salud, se siente mejor en su vida personal y social y es más productivo en su vida laboral.

Tradicionalmente se ha asociado la buena salud con el estado físico del cuerpo, por lo que los mensajes suelen estar centrados exclusivamente en dos puntos: cuidar la alimentación y realizar ejercicio regularmente. Está claro que la buena alimentación es fundamental para mantener el organismo en buen estado. Somos lo que comemos. Nuestras células se construyen y reparan utilizando los materiales que les proporcionamos mediante la alimentación. Una alimentación incorrecta puede alterar el equilibrio óptimo de las innumerables sustancias que hacen que nuestro organismo funcione correctamente. Se ha comprobado que la obesidad, que causa, o al menos propicia muchas enfermedades, se controla sobre todo mediante la alimentación, más que mediante el ejercicio físico. Las carencias y los excesos de sustancias fundamentales, como las vitaminas y oligoelementos, también provocan numerosos problemas de salud. Conocer los alimentos y sus propiedades y saber organizarse una dieta buena y equilibrada es, sin lugar a dudas, medicina preventiva.

El ejercicio y el deporte son el complemento ideal a una buena alimentación. La actividad física es beneficiosa para nuestro sistema esquelético, muscular, circulatorio y respiratorio. El organismo se adapta, además de al medio ambiente, a aquello que le exigimos hacer. Si llevamos una vida sedentaria, los músculos se atrofian y los huesos se debilitan, pues la falta de actividad le indica al organismo que no es necesario utilizar estos valiosos recursos para su mantenimiento. Por el contrario, si se le exige actividad a un nivel razonable, los sistemas implicados se mantienen en buen estado y se refuerzan. A medida que vamos envejeciendo esto cobra cada vez mayor importancia, pues, de manera natural, perdemos masa ósea y muscular y la funcionalidad del sistema circulatorio va empeorando. Partir de un mejor estado cuando comienzan estos procesos puede mejorar mucho la calidad de vida y alargar los años de bienestar, retrasando y haciendo más leves y paulatinos los achaques propios de la edad.

El organismo se habitúa a hacer aquello que realiza regularmente. Somos animales de costumbres. Una vez establecidos, nos cuesta abandonar los hábitos alimenticios y de ejercicio físico casi tanto como nos puede haber costado llegar a establecerlos. Nuestra mente nos ayuda en esto mediante el sistema de recompensa. Las células de nuestro cuerpo mandan señales al cerebro que nos hacen sentir la necesidad de realizar nuestras rutinas para mantener el equilibrio homeostático al que se han acostumbrado. Una vez cubiertas estas necesidades, el sistema de recompensa de nuestro cerebro nos premia con la descarga de neurotransmisores y endorfinas que nos hacen sentir placer y satisfacción, a la vez que tiene la función de indicarnos que podemos detener la actividad para evitar cometer excesos que pueden ser contraproducentes.

El sistema nervioso central, cuyo núcleo es el cerebro, es el centro de control y comunicaciones que permite la autoorganización de todas las células que componen nuestro organismo. Por ello resulta imprescindible mantenerlo también en el mejor estado posible. Al estar compuesto de células, todo lo referente a la alimentación y el ejercicio físico que vale para el resto del organismo, vale también para el sistema nervioso. Sin embargo, creo que no se hace hincapié suficiente en dos aspectos fundamentales que tienen su principal origen en dicho sistema, se trata de las dimensiones intelectual y emocional.

El desarrollo intelectual también es fuente de salud
El desarrollo intelectual también es fuente de salud

Así como el ejercicio físico cuida de nuestros músculos y huesos, el ejercicio intelectual y emocional cuida de nuestro sistema nervioso. Aunque yo considero que la diferencia entre procesos intelectuales y emocionales es solo una cuestión de grado y no de esencia, a efectos prácticos los podemos considerar como cuestiones separadas que requieren tratamientos diferentes.

En primer lugar, se ha comprobado que, sorprendentemente, los videojuegos, especialmente los de acción, resultan muy útiles para mejorar nuestra atención y reflejos, siempre que no se abuse del tiempo que les dedicamos. Una hora al día como mucho es lo más recomendable, un tiempo superior puede tener, por agotamiento, el efecto contrario al deseado. Los reflejos nos vienen bien para el deporte, la atención es fundamental para el desarrollo intelectual y la gestión de las emociones.

Con respecto al desarrollo intelectual, se ha comprobado, mediante el estudio comparativo post mortem de cerebros de personas con demencia frente a otros de personas sanas, que en ambos casos, los cerebros pueden llegar a presentar lesiones similares. Sin embargo, los poseedores de algunos de ellos no llegaron a padecer los síntomas más graves de la enfermedad. Se han hallado correlaciones entre esta resistencia y la actividad intelectual de estas personas a lo largo de su vida. La actividad intelectual, por un lado, provoca que nuestras neuronas formen más sinapsis, las conexiones entre ellas, además de estimular el nacimiento de nuevas neuronas, algo que hasta hace poco se creía que solo se producía durante la niñez. Al tener más conexiones entre neuronas, la destrucción puede afectar menos al cerebro, pues dispone de más circuitos alternativos por los que puede seguir circulando la información. Esto, por supuesto, no nos garantiza inmunidad frente a la degeneración del cerebro. Si se dañan determinados centros neurálgicos en determinada cantidad, no importa lo desarrollado que tengamos el sistema de redes neuronales, estas fallarán de forma catastrófica. Lo que hace es aumentar las probabilidades de resistir los procesos degenerativos propios de la edad, y retrasarlos y reducir sus síntomas para no sufrir sus peores consecuencias.

La clave para conseguir esto no está en esos juegos mentales que se pusieron tan de moda hace unos años. Estudiar es el mejor sistema para hacer más densas nuestras redes neuronales. Vale todo: idiomas, historia, literatura, matemáticas, ciencias, etc. Lo importante es mantener el cerebro activo. La lectura en general es muy recomendable, lo mismo que practicar la escritura. Hablar largo y tendido con otras personas hace que nuestros centros del habla se desarrollen. La expresión artística también puede resultar muy beneficiosa. Y no olvidemos que el ejercicio físico también provoca la creación de conexiones neuronales en nuestro cerebro y contribuye por lo tanto a nuestra salud mental. Al igual que con el deporte, debemos vencer la pereza inicial que nos produce al empezar a practicarlo, cuando se convierta en un hábito, el cuerpo nos lo pedirá, igual que hace con los vicios. La cuestión es hacer trabajar al cerebro en cuantas más cosas mejor.

En cuanto a las emociones, se pueden considerar como mensajes que difunden por el organismo entero nuestras percepciones tanto del mundo que nos rodea como de nuestro mundo interior. Estos mensajes provocan reacciones en las células de nuestro organismo: pueden servir para ponernos en alerta, para impulsarnos a realizar una determinada acción, para tranquilizarnos, etc. Sus efectos son bastante más poderosos de lo que parecen, además de afectar a nuestras relaciones con los demás, algo fundamental en una especie social como la nuestra. Pueden ser un gran aliado a la hora de mantener la salud, ayudando a mantener la armonía, el equilibrio y la sincronía de los procesos vitales. Pero una mala gestión de las emociones, si se nos va de las manos, puede acabar con esa misma salud, provocando que el organismo se desequilibre y su mal funcionamiento acabe derivando en enfermedades físicas, o en trastornos psicológicos, como la depresión, e incluso en enfermedades psiquiátricas.

Por lo tanto, a la hora de plantearte un proyecto integral de cuidado preventivo de la salud, no pienses solamente en la comida y en el gimnasio. Ten presente también tu desarrollo intelectual y el autoconocimiento que te permitirá gestionar tus emociones de forma positiva. Todo tu ser lo agradecerá.

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