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jueves, 14 de septiembre de 2017

El laberinto de la consciencia

El estudio para desentrañar los misterios del origen y funcionamiento de la consciencia está indudablemente de moda. Desde diferentes campos como la filosofía, la neurociencia e incluso la informática y la física surgen infinidad de teorías, aunque realmente seguimos sin poder explicar este fenómeno, por otra parte tan íntimamente familiar para todos nosotros.

¿Llegaremos algún día a conocer el origen de la consciencia?
¿Llegaremos algún día a conocer el origen de la consciencia?

En este artículo voy a tratar de hacer un resumen de diferentes enfoques sobre el problema de la consciencia desde varios de estos campos, recomendando algunas lecturas para profundizar en ellos y obtener una visión lo más completa posible de las distintas ramas de la ciencia y de la filosofía que se están ocupando de investigar el problema. Se trata de un tema apasionante, ya que nos proporciona pistas muy importantes en el camino del autoconocimiento, algo fundamental para el correcto desarrollo de la personalidad.

Desde el principio de los tiempos, supongo que desde el momento en que el ser humano comenzó a poder hacerse preguntas sobre su propio pensamiento, se ha venido buscando una explicación para el fenómeno de la consciencia. A lo largo de prácticamente toda la historia, se consideró el problema desde un enfoque religioso, considerando que existía un espíritu inmaterial que habitaba dentro del cuerpo y que era el origen de la consciencia. El cuerpo era simplemente un receptáculo, y el estudio se centraba en conocer de dónde venía y qué pasaba con este espíritu cuando se producía la muerte.

Este enfoque se conoce con el nombre de dualismo, por existir dos entidades, una material, que es el cuerpo, y otra inmaterial que es el espíritu o el alma. Resulta muy difícil escapar de esta creencia, pues nuestra mente también es consciente de la propia consciencia, lo que causa la sensación de que nuestros pensamientos están siendo observados, incluso cuando consisten precisamente en esta observación. También nuestra voluntad parece surgir de la nada, como si una fuerza misteriosa nos impulsase a hacer las cosas que hacemos.

Aunque existen innumerables tratados filosóficos y teológicos sobre el alma, se suele tomar como referencia la obra de Descartes, por estar más próxima al pensamiento científico actual. En el Tratado de las pasiones del alma, Descartes estudia el problema de la separación entre la mente y el cuerpo, e incluso sitúa el alma dentro del cerebro, concretamente en la glándula pineal, como si fuera un conductor sentado al volante del vehículo. Desde ahí, controla el cuerpo mediante los nervios y la circulación sanguínea. En cualquier caso, no podemos saber si Descartes era realmente dualista, pues en el siglo XVII todavía no era muy saludable negar la existencia del alma.

Actualmente, el dualismo está prácticamente descartado. La ciencia, por un lado, no puede ocuparse del problema del alma, y los indicios de que la actividad mental se origina en los procesos neuronales son suficientes para, aplicando el principio de parsimonia, quedarse con las teorías de corte materialista. La filosofía, por su parte, no tiene este problema con el alma, pero la mayoría de los filósofos que tratan este asunto realizan hoy su trabajo basándose en los resultados de la ciencia. Un libro que resulta interesante por realizar una crítica de varias de las diferentes teorías sobre la consciencia es El misterio de la consciencia, de John R. Searle, el autor del famoso experimento mental de la habitación china.

De entre los neurocientíficos que estudian el origen de la consciencia, podemos destacar, por ejemplo, a Antonio Damasio, quien en El error de Descartes realiza un magnífico estudio de la relación entre el cuerpo y la mente, comenzando por el estudio de casos de enfermedades y lesiones en el cerebro, para establecer cómo éstas causan diferentes efectos notables en el funcionamiento de los procesos mentales, y continuando con una serie de explicaciones sobre el estrecho paralelismo entre diferentes estados físicos y mentales que terminan concluyendo que no puede existir la mente sin el cuerpo.

El filósofo Daniel C. Dennet, en su libro La conciencia explicada (que está descatalogado, por lo que solo he podido enlazar un pdf), también utiliza para elaborar su teoría de la consciencia una gran cantidad de experimentos y datos científicos. Se trata de una teoría que ha levantado bastante polémica, pues, resumiendo mucho, viene a decir que la consciencia, como una entidad única y continua en el tiempo, es una mera ilusión, pues está formada por multitud de procesos neuronales diferentes que pueden activarse, apagarse y cambiar a lo largo de la vida de una persona.

También existe una corriente, muy ligada al campo de la inteligencia artificial, que trata de asimilar la actividad del cerebro con la computación, de manera que se llega a considerar que, construyendo un ordenador con la suficiente complejidad, se puede llegar a conseguir obtener máquinas autoconscientes o, al menos, que actúen como si lo fueran. Según el alcance que tengan estas pretensiones, existen dos divisiones principales en esta corriente. Por un lado, la IA Fuerte sostiene que todos los procesos mentales son computables, y, por lo tanto, pueden ser reproducidos, e incluso superados, utilizando el hardware y software adecuados, llegando a poderse construir robots que sean realmente conscientes. Un exponente de esta rama sería, por ejemplo, Marvin Minsky, del cual os puedo recomendar el libro La máquina de las emociones. Por otra parte, la IA Débil considera que solamente algunos de los procesos mentales pueden ser reproducidos por una máquina o un programa de ordenador, quedando una parte importante de la mente permanentemente fuera del alcance de la reproducción artificial por parte del ser humano. Según esto, los ordenadores solo pueden llegar a realizar y superar, como ya lo están haciendo, algunas de las tareas intelectuales que puede realizar un ser humano, como jugar al ajedrez. En esta rama podemos situar al físico Roger Penrose, que desarrolla estas ideas en su libro Las sombras de la mente.

Para los que no tengáis tiempo, o no os atreváis con este tipo de libros, os puedo recomendar también la revista Mente y cerebro, especializada en psicología y neurociencia, en la que podréis encontrar muchos artículos interesantes sobre todos estos enfoques, además de números monográficos sobre algunos de ellos.

Y eso es todo por el momento, en sucesivos artículos trataré de desarrollar algunos de los temas sobre la consciencia que he ido entresacando de la lectura de todos estos libros y revistas.

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