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martes, 19 de diciembre de 2017

Desarrollo intelectual frente a tecnológico

El siglo XXI ha empezado marcado por la revolución tecnológica y la globalización. La tecnología se está desarrollando a una velocidad vertiginosa produciendo continuamente grandes avances que permiten mejorar la calidad de vida de muchas personas. Sin embargo, al mismo tiempo, se está produciendo un crecimiento de la desigualdad y una crisis mundial de los sistemas educativos.

Desarrollo intelectual y tecnológico
Evolución tecnológica e intelectual del ser humano

El ser humano se diferencia del resto de especies animales principalmente por dos características. Por un lado, tenemos una capacidad intelectual que está a años luz de la del siguiente animal más inteligente, por otro, nuestra gran habilidad nos permite construir herramientas más y más complejas y precisas, con las que diseñamos y construimos grandes infraestructuras que comportan un aumento de la esperanza y calidad de vida de la población en general. Se dice que, hoy en día, una persona de clase media puede vivir mejor que muchos reyes de la antigüedad.

Pero no es oro todo lo que reluce. Todo este desarrollo tiene también un coste social y medioambiental que puede llegar a poner en peligro la sostenibilidad del sistema. Muchos autores advierten de estos peligros, en libros como Superficiales, de Nicholas Carr, Internet no es la respuesta, de Andrew Keen o La segunda era de las máquinas, de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee. Aparentemente tenemos muchas oportunidades de prosperar, pero salir de la mediocridad es cada vez más difícil, y el fracaso social afecta incluso a las clases medias, que parecían a salvo hasta no hace mucho.

Para mí, la causa de todo esto está bastante clara. Nuestra capacidad para desarrollar tecnología está basada en el conocimiento del mundo físico y las leyes de la Naturaleza. Aunque la ideología ha afectado siempre de alguna manera al desarrollo científico, y la ideología suele afectar siempre de forma negativa, el conocimiento práctico y objetivo de la ciencia se acaba imponiendo fácilmente a las paupérrimas y facilonas fantasías ideológicas, que suelen andar perdidas por los retorcidos caminos de la metafísica. Los resultados de la ciencia se pueden comprobar y producen teorías cada vez más precisas que se apoyan unas a otras. Los de la ideología solo dan vueltas en círculo, haciéndonos caer una y otra vez en los mismos errores.

El problema, por lo tanto, se encuentra en la otra faceta que nos caracteriza, el desarrollo intelectual. La mente humana es quizás el sistema más complejo que existe en la Naturaleza. Podemos llevar agua potable, calefacción, sanidad y grandes redes de comunicaciones a todos los hogares, pero conseguir llevar educación y formación apropiada es otro cantar. A diferencia de los componentes de los sistemas físicos, que evolucionan e interactúan siguiendo leyes inexorables y deterministas, los de los sistemas sociales, es decir, las personas, tienen voluntad propia y toman decisiones que acaban siendo arbitrarias e impredecibles. Ante la misma situación y las mismas condiciones solemos comportarnos de manera diferente en función de las experiencias previas que hayamos tenido. Para más inri, somos altamente sensibles a la influencia de la ideología, que parece proporcionar un camino fácil para resolver los problemas, pero induce todavía más complejidad en las interacciones sociales, creando enfrentamientos y permitiendo manipular las mentes de los demás, muchas veces con fines torticeros.

Las supuestas ciencias que se ocupan de la sociedad, la política, la sociología, la educación e incluso la economía, están fuertemente afectadas por las distintas ideologías, lo que impide que se desarrollen con el mismo éxito que las verdaderas ciencias. Esto genera un grave problema de inadaptación y descompensación entre nuestras dos capacidades estrella. La misma tecnología que nos ayuda a prosperar, se acaba volviendo contra nosotros si no somos capaces de adaptarnos a ella. Cada vez hay que entender y dominar herramientas más complejas, para no quedarnos atrás frente a las personas que si son capaces de hacerlo y pueden sacarnos una gran ventaja. La automatización de los procesos de producción facilita mucho la labor y aumentan la productividad de los trabajadores, pero hacen innecesarios muchos puestos de trabajo y reducen las plantillas de las empresas. Es cierto que se generan nuevas ocupaciones y puestos de trabajo, pero suelen requerir formación especializada y muchos trabajadores van descendiendo de nivel a trabajos cada vez más precarios o pasan directamente a engrosar las cifras del paro de larga duración.

La formación que necesita una persona hoy en día para entender y adaptarse a las complejidades del mundo moderno es cada vez más exigente. A los propios científicos ya les resulta difícil hacerlo. Los investigadores que desarrollan su trabajo en solitario prácticamente han desaparecido, y hoy es necesario investigar mediante colaboraciones entre equipos multidisciplinares, ya que la alta especialización que requieren la ciencia y la ingeniería y la complejidad de los proyectos de investigación actuales hacen imposible que una sola persona pueda concentrar todos los conocimientos necesarios. Toda esta complejidad también tiene repercusiones negativas sobre los sistemas educativos en todo el mundo, que no acaban de encontrar la manera de preparar convenientemente a la población para poder moverse con posibilidades de éxito en un mundo tan complejo como este.

Mucha gente piensa que la ciencia no es cosa suya, y que basta con limitarse a esperar a que te lluevan sus frutos mientras te dedicas a tus comparativamente sencillas ocupaciones y a disfrutar del poco tiempo libre que te dejan. Pero la ciencia y la tecnología son claves en la evolución de la sociedad actual, su desconocimiento e incomprensión afectan negativamente al desarrollo social, haciendo posible el crecimiento de las pseudociencias, la posverdad y la manipulación informativa con fines ideológicos o comerciales, que encuentran terreno abonado en la mezcla de ignorancia y fascinación que nos inducen.

Sobre la ignorancia solo se pueden construir mentiras. Para tener un nivel aceptable de conocimiento e información sobre temas cientificotécnicos no es necesario ser un físico o un ingeniero, pero es cierto que es necesario dedicarle bastante tiempo y recursos de los que mucha gente cree que no dispone, o no dispone de las ganas que hay que tener para hacerlo, ya que sin motivación es inútil siquiera planteárselo. Pero es la única manera de poder tener éxito en el intento de reducir la creciente brecha que se está produciendo entre unas élites cada vez más ricas y el creciente grupo de los perdedores del sistema. La igualdad no es algo que te puedan conseguir los demás, sino algo en lo que debe trabajar uno mismo. Es cierto que los hijos de las élites lo tienen más fácil, pero a ellos tampoco les inyectan en el cerebro los conocimientos, también les es indispensable la iniciativa y la autonomía, de lo contrario, fracasan como cualquier otro, aunque las rentas familiares les permitan vivir bien de todas formas. No es necesario llegar a ser multimillonario para tener una vida decente. De hecho, yo creo que es mejor no serlo, pero si la única iniciativa consiste en protestar y exigir que los demás te resuelvan los problemas, las posibilidades de éxito son bastante escasas. Las élites se adaptan con mucha más facilidad que el resto a los problemas y tienen mucha más capacidad y experiencia para gestionarlos. No creo que hoy por hoy las movilizaciones les supongan ya ninguna amenaza, pues la globalización les permite ubicarse ellos y su riqueza en el lugar del mundo que más les convenga en cada momento. Hace unos años estuvo muy de moda el libro ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel. Yo no he escrito ningún libro, pero puedo proponer un título mejor: ¡Espabilad!, porque esto va muy en serio.

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