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viernes, 28 de septiembre de 2018

La lucha para conseguir las metas

Tener objetivos o metas no triviales en la vida es algo muy recomendable, y proporciona buenas razones para levantarse cada día de la cama, pero también puede ser una fuente de frustración si no sabemos elegirlos bien o somos demasiado ambiciosos. A mucha gente le cuesta bastante encontrar metas y, cuando por fin las encuentra, se da cuenta de que no tiene ni la más remota idea de cómo ponerse en marcha hacia ellas.

Es muy común hablar de la persecución de metas usando el verbo luchar y, aunque normalmente no nos referimos a ir por ahí repartiendo mamporros, resulta una forma muy acertada de presentarla. Lo normal es que alcanzar una meta no sea un camino de rosas, hay que esforzarse y enfrentarse a problemas, y esos problemas a veces son otras personas, o al menos sus actitudes, y otras somos nosotros mismos; en realidad, se trata de ciertas de nuestras creencias, costumbres y actitudes a las que hay que combatir y vencer, las llamadas ideas tóxicas.

Para toda buena lucha, resulta muy importante la agresividad. Esta es una palabra que, para la mayoría de la gente, tiene unas connotaciones muy negativas; tanto, que no quieren ni oír hablar de ella. Normalmente se la relaciona con la violencia, algo que no nos gusta nada, pero la violencia es solo agresividad mal canalizada. Todos los animales tienen ciertas dosis de agresividad, la necesitan para defenderse y para establecer jerarquías sociales, algunos para cazar y conseguir el alimento; pero no suelen utilizarla de forma indiscriminada. Las cebras huyen de los leones y les intentan cocear cuando están siendo perseguidas por uno de ellos, pero cuando una de ellas es cazada y los leones la están devorando, el resto se tranquiliza y sigue pastando tranquilamente, porque saben que los leones ya no las van a molestar más por un buen rato. Las luchas por el territorio no suelen ser a muerte, ni se deben a sentimientos como el odio; en fin, todos hemos visto un montón de documentales.

El ser humano es también un animal, y su agresividad es fruto de la evolución, como en el resto de las especies; no se trata de una posesión diabólica que afecta solo a algunas personas y las empuja hacia el mal. Todos la tenemos, en mayor o menos medida, porque es un mecanismo de supervivencia. Es algo natural, e intentar eliminarla es antinatural, lo que quiere decir que sencillamente es imposible; tarde o temprano saldrá por algún lado, bien sea dirigida hacia los demás o bien hacia ti mismo. En esencia, no es más que una fuerza interior orientada a la acción, para bien y para mal, cuya intensidad además puedes llegar a modular a voluntad en función de la situación. La asertividad, por ejemplo, está basada en esta fuerza; consiste en saber decir no cuando tienes que decir que no y en saber decir si incluso cuando te da miedo hacerlo. De hecho, se puede considerar que esta fuerza, bien canalizada, es lo que llamamos valentía, la fuerza que se opone al temor, que también es algo natural. Es muy normal tener siempre dos tendencias contrapuestas para que se puedan modular la una a la otra, de manera que no estés siempre asustado o lanzado.

Por tanto, una de las cosas más necesarias para prepararse para conseguir tus metas es aprender a canalizar toda tu agresividad en tu propio beneficio, teniendo bien presente que el beneficio de los demás también te beneficia a ti; resulta mucho más fácil convivir con personas que te aprecian y colaboran gustosamente contigo que con personas que te temen y te desprecian. Esto no quiere decir que no debas competir con los demás, solo que lo tienes que hacer limpiamente. En la persecución de los objetivos, muchas veces puedes chocar con los objetivos de otras personas, y esto os obligará a competir o a llegar a acuerdos; ninguna de estas dos cosas es mejor o peor, depende de las circunstancias. Incluso muchas personas te pueden agradecer una competición sana, aunque seas tú el que se lleve la mejor parte. Por otra parte, aprender a negociar es una herramienta fundamental en la vida, así que aprende a hacer bien las dos cosas, para tener más opciones.

Aproximarse a las metas con espíritu guerrero
Aproximarse a las metas con espíritu guerrero

Pero seguramente la lucha más dura la tienes que librar contra ti mismo. Algunas personas son afortunadas y se desarrollan aprendiendo de forma natural a canalizar su agresividad y a enfrentarse a los problemas considerándolos como un reto; se sienten seguras de sí mismas y superan sus temores antes de que estos afecten a su curiosidad natural, que es la fuente principal de la motivación. Estas personas no tienen problemas en fijarse objetivos, perseguirlos con ahínco, e incluso cambiarlos por otros mejores en función de lo que van aprendiendo por el camino. No tienen el éxito asegurado, pero casi; la mayoría de los triunfadores son de este tipo de personas. Sin embargo, es más normal andar un poco o bastante perdido y no tener muy claro lo que se quiere; el mundo en que vivimos es complicado, hay mucha competencia para todo, y la educación que recibimos no es para tirar cohetes. Por todo esto, mucha gente tiene el problema adicional de estar en un estado de depresión que solo empeora las cosas.

En estos casos, obsesionarse con encontrar a toda costa alguna meta puede llegar a ser contraproducente, y producir frustración o empeorar la depresión. Hay que tener en cuenta dos cosas: la primera es que cuando se está dentro de un agujero, el primer objetivo siempre es salir de él, antes no puedes llegar a ningún sitio; la segunda es que de donde no hay no se puede sacar. Estas dos cosas están bastante relacionadas: si no te interesa nada, seguramente es porque no tienes muy claro cómo hacer para interesarte por algo. El cerebro es como las demás partes del cuerpo, hay que utilizarlo lo suficiente para que funcionen de manera óptima; de lo contrario, se cae en un estado de apatía y depresión (me refiero a un estado normal de moral baja, para una depresión patológica es necesaria algún tipo de terapia). Esto no quiere decir que haya que sacarse un doctorado en filosofía. Al igual que cuando se empieza con el ejercicio físico, hay que irlo haciendo poco a poco; probar con todo lo que pueda tener un mínimo de interés e intentar ir profundizando. La mayoría de las cosas están relacionadas de alguna manera, por lo que todo lo que vayas aprendiendo, por irrelevante que te parezca, te puede acabar llevando hasta cosas más interesantes. Mucha gente acaba encontrando su camino a cuenta de lo que empezó siendo un simple hobby.

La autoobservación y el autoconocimiento permiten identificar muchas de las barreras mentales que nos impiden desarrollar nuestro potencial, y esta es la batalla más importante que hay que ganar antes de empezar a luchar por otras metas. No hay que mostrar compasión por ellas, ni pensar que estás traicionando a nadie por derribarlas; si la persona que las puso allí pensó que lo hacía por tu bien, lo que te tiene que importar es conseguir ese objetivo, no perpetuar su error. La autocrítica es una herramienta muy útil, pero hay que aprender a usarla sin autolesionarse; la crítica que procede de uno mismo es totalmente diferente de la que procede del exterior, no tienes que dar explicaciones a nadie, solo encontrar lo que está mal y corregirlo. Nos han enseñado a sentir culpa porque no han sabido enseñarnos a ser responsables, quizás también por desconocimiento.

Y lo más importante de todo, pasarás más tiempo persiguiendo tus metas que alcanzándolas, por lo que es imprescindible no olvidarse de vivir la vida durante ese tiempo. No te va a resultar muy satisfactorio llegar a una meta para darte cuenta de que has perdido años de vida por el camino. Dicen que es más importante el camino que la llegada, y es muy cierto, es posible disfrutar tanto o más de la lucha por los objetivos que de la consecución de los objetivos mismos. El objetivo en sí puede verse como una simple motivación para tener ganas de vivir y de luchar por algo; a veces, incluso puede dar algo de bajón haber terminado por fin un proyecto. Pero no importa, porque pronto empezarás a pensar en el siguiente.

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