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viernes, 19 de julio de 2019

Los ocho tentáculos del socialismo

Todas las ideologías, sean del signo que sean, que buscan anteponer esa abstracción que llamamos sociedad a sus constituyentes reales, los individuos, las englobo en una gran familia a la que etiqueto con el término socialismo, por contraposición a individualismo, que denotaría anteponer al individuo a la sociedad. Los métodos seguidos por el socialismo siempre se han basado en la captura y control de características centrales de la naturaleza humana. En este post voy a comentar ocho de las más importantes.

A diferencia de nuestro organismo, constituido por seres vivos con entidad propia, las células, cuyas interacciones dan lugar a otro ser vivo también con entidad propia: el ser humano consciente, los grupos de personas, por grandes que puedan ser, aunque constituidos por seres vivos con entidad propia, no desarrollan una consciencia real, ni trascienden a sus componentes humanos más de lo que trasciende el clima terrestre a las moléculas de los gases que constituyen la atmósfera. La sociedad no tiene una mente unificada, el individuo sí. La sociedad no puede hacerse responsable de nada, porque no tiene voluntad. Como fenómeno producido por la interacción de elementos físicos, presenta dinámicas características y, como sistema complejo, propiedades emergentes, pero nada más, no tiene mente ni alma. La sociedad solo habla por boca de individuos que se erigen en sus representantes, y que normalmente, si no siempre, se constituyen en élites que acaban representándose solo a sí mismas, independientemente de las buenas intenciones y magnanimidad que, de manera un tanto ingenua, o quizás artera, sus defensores siempre alegan de sus orígenes. El comportamiento de los fundadores siempre acaba degenerando con los herederos. Unos construyen, otros simplemente explotan.

Una de las necesidades básicas del individuo es la relación con otros individuos. Antes que una necesidad práctica, es una necesidad emocional. La soledad afecta a nuestros sentimientos, provoca depresión, y puede llevar a la muerte. Esto nos ha llevado siempre a agruparnos, pero necesitar compañía de alguien no significa aceptar la compañía de cualquiera. No nos llevamos bien con todo el mundo, y, según algunos estudios, con unas 150 personas bien elegidas saturamos nuestra capacidad de establecer vínculos sociales estrechos, es decir, nuestra comunidad natural queda completa. Los problemas surgen porque las relaciones sociales constituyen una red. Te gustan tus amigos, pero pueden no gustarte los amigos de los amigos de algún amigo. A esto hay que sumarle la componente práctica: nuestra capacidad de hacer cosas aumenta cuando a nuestra capacidad se unen las capacidades de otros, y esto se puede extender más que la amistad, porque no necesitas establecer vínculos emocionales con tus colaboradores, siempre que todos sepan evitar o gestionar los conflictos innecesarios.

Este último punto, la gestión de conflictos y la buena organización, es la que ha dado pie a la creación de la abstracción simbólica denominada sociedad. La incapacidad generalizada del ser humano para llevar a cabo estas tareas a gran escala de manera eficiente, debido a que son muy exigentes en cuanto a formación y experiencia, ha tenido como resultado que las pocas personas que presentan de manera natural una habilidad más pronunciada en este sentido (además de los caraduras con habilidad para engatusar, que siempre hay que añadir tarde o temprano a cualquier proyecto humano donde participen ingenuos, o sea, a todos), hayan tomado el control de la comunidad de manera más o menos forzada (la violencia siempre ha ayudado en este último sentido, ejercerla correctamente tampoco es una capacidad generalizada). El poder que esto conlleva seduce especialmente a muchas de estas personas, con lo que la clase de personas que se convierten en dirigentes es la que es, y no suele ser la más recomendable.

El problema del gestor proviene de la incompetencia de los gestionados para entender y seguir las directrices. Al fin y al cabo, si fuesen competentes en eso, no necesitarían gestores. El ser humano es una fuente inagotable de ideas felices, y, cuando se gobierna sobre muchas personas, muchas de las cuales, además, no estarán de acuerdo con que se las gobierne, hay que limitar el libre albedrío de alguna manera si queremos que las cosas se acaben realizando en tiempo y forma. Al contrario de lo que muchos piensan, no se trata tanto de una imposición como de un pacto social, al menos un pacto con la mayoría más fuerte, que no tiene por qué corresponderse con la mayoría numérica. Ningún proyecto social es sostenible si va contra la naturaleza humana. Las imposiciones se acaban siempre descartando, como comprueban dolorosamente todos los firmantes de uno de estos pactos cuando las generaciones siguientes, que reciben el pacto como imposición, se hartan de que los ancestros les digan cómo deben vivir sus vidas. Dos no pelean si uno no quiere. La cesión del control de los impulsos naturales se ha realizado, por tanto, de manera semivoluntaria. Esto ha traído consigo, en todas las sociedades dominadas por las tendencias socialistas, a disponer de una policía de las normas y convenciones sociales absolutamente generalizada, donde los propios vigilados se convierten en los vigilantes. Por fin, vamos a examinar ocho de los mecanismos más conocidos.

El socialismo atrapa al individuo con sus tentáculos
El socialismo atrapa al individuo con sus tentáculos

El primer gran impulso a dominar es, como todos conocemos, el sexo. Si controlas la sexualidad de una persona, la dominas por completo. Hay quien dice que los circuitos neuronales de todas las formas de relación social están desarrollados aprovechando los circuitos más ancestrales del cerebro dedicados a las relaciones sexuales. Si alguien, más o menos voluntariamente, se somete en este terreno a la voluntad de otros, puedes tener la casi completa seguridad de que podrás someterle en cualquier otro ámbito. Por sexo entiendo las relaciones sexuales consentidas y deseadas, no la violación y cosas por el estilo, que son simples formas de tortura. La contrapartida: en principio, evitar la ofensa a los dioses para que no castiguen a la comunidad; para los que esto no cuela: seguir las directrices de la Naturaleza. Resulta curiosa la arrogancia de algunos y la ignorancia de otros, pues un dios al que un humano puede ofender y cuyos planes puede estropear es un ser débil al que solo se puede adorar por cobardía, y una Naturaleza con leyes que se pueden violar a voluntad no parece un mundo demasiado viable. Todas las prácticas sexuales pueden conllevar enfermedades, eso es cierto, y algunas muy peligrosas, pero, ¿de verdad es tan complicado formarse en esta cuestión y seguir unas medidas profilácticas básicas que preferimos dejar un tema tan personal en manos de siniestros personajes que probablemente ni nos conocen ni nunca conoceremos? Parece que la depravación que se descubre constantemente en las prácticas sexuales de supuestos genuflexos ante la autoridad moral no indica que sea diferente a simplemente dejarte llevar por tus propias preferencias, simplemente, el que es un depravado, lo va a ser de todos modos, aunque sea a escondidas. (Lo que sea depravación o no es una simple opinión personal)

En segundo lugar, y relacionado estrechamente con el sexo, se encuentra la pareja. No basta con que permitas que tus relaciones sexuales estén reguladas, también se regula con quién las puedes mantener y con quién se te autoriza a formar pareja. Esto se ha controlado siempre mediante el matrimonio, en todas sus modalidades. En nuestra sociedad occidental esto de momento ha sido desactivado y solo constituye una especie de contrato civil, excepto para los sectores que siguen admitiendo esta práctica de forma voluntaria, pero el mundo es muy amplio y todavía quedan lugares en los que las niñas son vendidas como esposas y vivir en pareja sin autorización constituye un delito, que se puede pagar con la muerte. También se puede pagar con la muerte la infidelidad, al menos la de la mujer. El caso es que, a lo largo de la historia, ha sido una de las formas de captura de la voluntad por excelencia. Lo importante es que te dejes controlar en cuestiones como esta. Si pasas por este aro, pasarás por cualquier otro. Lo demás que te cuenten es solo palabrería.

Ligado con el sexo y la pareja tenemos el tercer tentáculo: la reproducción. El control de la reproducción es, evidentemente, no solo una forma de vasallaje, sino una manera de producir más individuos para destinarlos a diferentes labores: soldados, campesinos, trabajadores industriales, etc. O quizás herederos para mantener el poder en las mismas manos. También se puede controlar el exceso impidiéndola. En casos extremos de socialismo, se ha llegado a esterilizar a individuos con determinadas casuísticas para tratar de exterminarlos. Lo cierto es que, si no existe un control de la reproducción, podemos llevar a la humanidad completa al desastre, a causa de la superpoblación, podemos traer hijos no deseados que pueden llegar a ser abandonados o maltratados por ello, o tener hijos en unas condiciones en las que no podemos ocuparnos convenientemente de ellos. El control por parte del poder siempre se puede justificar, incluso en sociedades liberales, especialmente en un caso como este, en el que ya no hay un solo individuo implicado, y uno de ellos es especialmente indefenso. La alternativa aquí no es la libertad frente al control, sino la asunción responsable de la paternidad que lo haga innecesario, y no solo de boquilla.

Después de la reproducción viene, de manera natural, la educación. No hablo de la educación que los adultos proporcionan a los niños, aunque el impuso de educar también es natural, sino de la que los niños reciben, del impulso natural de aprender y de imitar a los adultos. El control de la educación es sinónimo de adoctrinamiento en la mayoría de los casos. Hay una frase de Hitler, en uno de sus discursos, dirigida a sus oponentes políticos, muy significativa: “No os tendremos a vosotros, pero tendremos a vuestros hijos”. La mejor manera de controlar la voluntad y los impulsos de una persona es aprovechar su capacidad innata de aprender en edades tempranas y su indefensión debida a su desconocimiento del mundo que le rodea. No conocemos el alcance del daño que nos hacemos a nosotros mismos debido a nuestro empecinamiento en adoctrinar y en el miedo a que nuestros hijos descubran alternativas mejores a nuestras costumbres y creencias y se nos enfrenten, o vayan por un camino diferente al que nosotros hemos decidido marcarles, pero quizás esta sea una de las facetas más repugnantes del servilismo, la arrogancia y la megalomanía tan características de las sociedades con exceso de ansias de control social, debido a la especial debilidad de las víctimas y a su manifiesta incapacidad para pactar de antemano las condiciones del tratamiento, a diferencia de los adultos.

Y a cuenta de la educación, el quinto tentáculo está dedicado al lenguaje. El control del lenguaje ha representado y representa, en todo tipo de sociedades, el control de la mente de los individuos. El lenguaje es la forma natural de expresar nuestros procesos mentales interiores y nuestros estados emocionales. La comunicación es central en todo tipo de interacciones. Para cada persona podemos utilizar una forma de expresión ligera o totalmente diferente en función del momento, la situación, y el propio interlocutor. Sirve también como medio de discusión o incluso de combate, siempre preferible al recurso a la violencia, aunque más costoso de desarrollar. Lo importante es lo que se dice y cómo se dice, pero el socialismo trata de poner el acento en cuestiones como el idioma o supuestas convenciones cuya validez se reduce a los casos de personas con capacidades expresivas bastante limitadas. Pasa de ser una señal de identidad personal a un símbolo de identidad social. En este frente es en el que, a mi modo de ver, se pierden casi todas las batallas en las que nos jugamos las mejoras sociales, y también las personales. Quizás esta sea la concesión más estúpida e improductiva que pueda hacer un individuo, ya que solo produce pérdidas para todo el mundo. La alternativa: aprender a dominar el lenguaje, y a expresarlo en todos los idiomas posibles.

Otro tentáculo, este de menor calado, ha sido siempre el aspecto. Se trata de controlar la vestimenta, el corte de pelo, los abalorios y, en general, todo lo relacionado con el aspecto físico. La apariencia física no deja de ser una forma de lenguaje, es otra de las maneras naturales de exhibirnos ante los demás para establecer relaciones con ellos, algo parecido a la exhibición de plumaje en las aves. Durante siglos ha estado muy controlado, y todavía lo está en algunos lugares en la actualidad, incluso en nuestros libérrimos sistemas, aunque bien es cierto que cada vez en menor medida. Nuevamente, lo verdaderamente importante no es qué se controla, sino hasta qué punto estás dispuesto a permitirlo. Lo aparentemente irrelevante puede tener una importancia trascendental.

El séptimo tentáculo son las costumbres. La costumbre es un mecanismo natural que permite realizar un gran número de tareas si tener que estar pensando continuamente como realizarlas y cuando es necesario hacerlo. Las cosas que se aprenden y se ejecutan habitualmente se graban en el inconsciente, incluso se graba una especie de marca temporal que nos induce a realizarlas siempre más o menos a la misma hora. Como el ser humano tiene una altísima capacidad de realizar una enorme variedad de tareas diferentes, hay costumbres para todo. Muchas costumbres, además, tienen una carga emocional porque las has aprendido de seres queridos. Existe, por lo tanto, también un efecto muy importante: dejar una costumbre es algo a menudo bastante difícil, y algo a lo que mucha gente se opone de manera que puede fácilmente llegar a ser violenta. Par más inri, nuestro organismo no hace demasiados distingos entre las costumbres beneficiosas y las que no los son, a las que llamamos vicios, por lo que el control de las costumbres se presenta como un magnífico instrumento de control social, por las posibilidades que tiene como premio y castigo. En este caso, sin embargo, si diré que suele estar justificado el control, y que la única alternativa viable es la asunción plena de responsabilidad personal sobre las propias costumbres, pues en caso contrario me resulta imposible defender la libertad en este ámbito.

Para terminar, el octavo tentáculo, aunque no el menos importante, se refiere a la espiritualidad. Parece ser que el ser humano tiene una necesidad innata de explicarse el porqué del mundo en general y de su existencia en particular, y para ello debe recurrir a entidades de orden superior que constituyan el origen y justificación de las cosas, ya que no parece existir ninguna entidad visible que lo haga. Nuestra propia esencia, además, parece ser inmaterial, entendiendo por nuestra esencia la mente consciente. Muchas de las ideas que manejamos pertenecen al terreno de las ideas abstractas y de la metafísica. El caso, es que, el bajo desarrollo intelectual, motu proprio o por las circunstancias de la vida, entre ellas el alto coste que supone dicho desarrollo, de una buena parte de la humanidad, tiene como consecuencia limitaciones en la capacidad de imaginar y construir respuestas personalizadas a estas cuestiones. También resulta curioso el hecho de que solemos preferir lo elaborado por otras personas a lo que podamos elaborar nosotros mismos, especialmente si esas personas tienen algún prestigio del tipo que sea. Si unimos a esto la sensación de poder que produce el ser uno de los que creen en la verdad impuesta de turno, especialmente si es una verdad metafísica, que no se puede demostrar ni refutar y, por lo tanto, es indiscutible, tenemos una fórmula perfecta de control social. En este ámbito, las ideas que se pueden producir son ilimitadas, porque no tienen referencia en el mundo real. También está claro que son el instrumento de control social más poderoso de todos los comentados hasta ahora. La alternativa, nuevamente, es el hágaselo usted mismo. A menos que lo que uno busque no sean respuestas sino pertenecer a un grupo de presión, claro está.

Hasta aquí este larguísimo post. Por supuesto, existen muchos más tentáculos de esa criatura mitológica que es el socialismo, pero creo que estos son los más relevantes.

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