Este sitio utiliza cookies de Google para prestar sus servicios y analizar su tráfico. Tu dirección IP y user-agent se comparten con Google, junto con las métricas de rendimiento y de seguridad, para garantizar la calidad del servicio, generar estadísticas de uso y detectar y solucionar abusos.Mas información

Ir a la página de inicio Contacto RSS
viernes, 20 de septiembre de 2019

Conducir o ser arrastrados

El clima, los mecanismos geológicos de formación de rocas, minerales y accidentes geográficos, los ecosistemas marinos o terrestres, la evolución de las especies o la bioquímica de los seres vivos son ejemplos de sistemas y procesos naturales que se rigen por leyes naturales no dirigidas por una combinación de inteligencia y voluntad, las leyes de la física. Los seres humanos pensamos que nuestras sociedades son una excepción en la Naturaleza, que es nuestra inteligencia y nuestra voluntad, o al menos la de unos pocos, lo que dirige y conduce su evolución.

Todos estos sistemas, incluida la sociedad humana, son sistemas complejos. La sociedad humana quizás es el sistema más complejo de todos, porque es cierto que añade a la física y a la química una capacidad intelectual que no existe en ningún otro sistema. Los sistemas complejos se caracterizan por presentar un comportamiento asombroso sin necesidad de intervención de inteligencia o voluntad alguna. Con unos componentes simples y sus interacciones y agregados a diferentes escalas se obtienen inmensos mecanismos autoorganizados que pueden funcionar y evolucionar durante millones de años como si se tratara de grandes organismos inteligentes con propósitos e intenciones claramente definidas.

Esta apariencia de inteligencia y voluntad, unida a la evidente ausencia de entidades con esas características dentro de estos sistemas, han llevado a la humanidad a buscar una mano invisible que planifica y mueve los hilos de todo este devenir. Para explicarnos este enigma, hemos creado toda una mitología cargada de dioses y otros seres menores invisibles y con fantásticos poderes. Si estos seres sobrenaturales dirigen toda la Naturaleza, por supuesto también pretenden dirigir la sociedad humana, tienen intenciones sobre nosotros. Como somos seres conscientes, a diferencia de un árbol o una roca, podemos rebelarnos y se nos puede castigar por ello. Todo esto ha permitido desarrollar un entramado de magos, sacerdotes, rituales y obligaciones que han resultado muy convenientes para justificar la clase de poder que ha regido el destino de la humanidad durante miles de años, y que ha labrado la clase de mentalidad social que nos caracteriza como especie. Tenemos multitud de culturas diferentes, pero en esencia todas comparten un origen basado en mitos.

Tener autoridad en un campo que trata sobre cosas que no existen es trivial si uno está aliado con el poder. Es fácil saber mucho sobre temas que tú mismo te vas inventando. La metafísica tiene la ventaja de que no se puede refutar, aunque también el inconveniente de que tampoco se puede demostrar. Si puedes acabar con los que te la discuten, el resto es pan comido. En la actualidad, la ciencia está desplazando a este tipo de formas de entender el mundo, demostrando no ya que estas entidades no existen, pues es imposible, sino que son totalmente innecesarias para explicar y entender los fenómenos naturales y su evolución. Ninguna entidad, excepto quizás nosotros mismos, quiere o espera nada de la humanidad.

Gregorio Luri, en su libro La imaginación conservadora, hace una esclarecedora exposición de lo que constituyen los fundamentos del pensamiento conservador. Los conservadores se quejan amargamente de que se está abandonando la senda de la sensatez, obviamente la suya, en aras de un progresismo mal entendido y peor implementado que está acabando con todo lo que ha logrado afanosamente construir la humanidad desde los lejanos tiempos de la barbarie. La base de la sociedad, lo que la mantiene unida, según ellos, son los mitos compartidos, las costumbres. La verdad no siempre es el mejor camino. Nuestros gobiernos son siempre imperfectos, hay que asumirlo, pero también disfrazarlo. Vivir en una especie de burbuja idealista mirándonos el ombligo mientras allá fuera el viento arrecia y se prepara la tempestad. Lo que importa es el grupo, la unión, aunque sea una unión falsa basada en cuentos de hadas.

Me da la sensación de que estos lamentos vienen más por considerar que su grupo ha perdido el timón que porque realmente estos métodos estén siendo abandonados. Todos parecemos seguir funcionando más a base de mitos que de conocimiento científico verificable. No importa en qué sector del espectro político nos encontremos, si es que tal espectro es algo más que otro mito, que una simple farsa. Todo es ideología, mitos, humo, falsedades, en muchos casos incluso simples mentiras. Todos somos en el fondo conservadores, unos por conveniencia, otros porque sus familias han sido adoctrinadas desde largo tiempo atrás en la servidumbre y no pueden transmitir otro ideario que no sea ese.

La humanidad posiblemente es solo una fuerza irracional más de la Naturaleza
La humanidad posiblemente es solo una fuerza irracional más de la Naturaleza

El socialismo ha sido el resultado de la manera en que ha evolucionado la sociedad basándose en estos preceptos. Se han formado fuertes estructuras jerárquicas, con unos pocos en la cima, unos cuantos más en los niveles intermedios, para mantener el orden, y la mayoría en la base. Llegan los fundadores, se reparten las tierras, un poco más para los jefes, se desarrollan los mitos y el colectivo va creciendo y prosperando. Se toman esclavos en las guerras con los vecinos, algunos ciudadanos libres van perdiendo su patrimonio por circunstancias de la vida, las tierras empiezan a escasear y a quedar concentradas en manos de unos pocos. Al final, la mayoría vive y trabaja para sostener la megalomanía de sus dirigentes, el símbolo del esplendor de su civilización. Al pueblo se le paga con la defensa de sus costumbres, las costumbres que los mantienen en su estatus y en su posición social. Las monedas de Judas, porque de este modo, lastrados por sus sacrosantas costumbres, están traicionando su propia posibilidad de prosperar y tratar de igualarse con sus mitológicos superiores, que no dudan en avanzar para mantener su estatus.

El desarrollo tecnológico de los últimos siglos ha modificado la estructura de las élites y reconfigurado el panteón de ganadores y perdedores. Los mitos sociales han sido complementados, y muchas veces superados, por los mitos económicos. El nacimiento y la herencia siguen importando, y mucho, pero las puertas están abiertas a muchos advenedizos, que pueden ascender incluso desde las cloacas. La corrupción es connatural a todo sistema elitista.

El aparente fracaso del socialismo heráldico ha dado lugar a un aparente individualismo mercantil. Los sistemas supuestamente liberales (que me abstendré de calificar por una simple cuestión de sinceridad) con los que pretendemos regir nuestras modernas sociedades, han conseguido por fin la emancipación de los esclavos y los siervos, y los han convertido en ciudadanos libres, empoderados y soberanos (nada menos) por decreto, como por arte de birlibirloque. Somos soberanos como grupo, ojo, no como individuos. Somos el tipo de soberano que no conviene que piense.

Lo cierto es que, con toda nuestra libertad y conocimiento, estamos metidos en una serie de problemas críticos que pueden llevar al hundimiento de la civilización o incluso a la extinción de la humanidad, en el peor de los casos. El desarrollo acelera el cambio climático, los avances médicos y sociales la superpoblación, el acceso al conocimiento y los estudios abaratan los puestos de trabajo cualificados, la robotización y la automatización se los cargan directamente, el aumento de la producción de alimentos y ropa es a costa del agua potable, tenemos una inmensa capacidad de conectar con otras personas y estamos más aislados y solos que nunca, tenemos acceso a tanta información y distracciones que estamos saturados y no tenemos posibilidad de filtrar y separar el grano de la paja, la hiperespecialización se realiza a costa de perder la visión general, el nivel de conocimiento necesario para ser algo más que mediocre se les hace inalcanzable a la mayoría de la gente, los sistemas educativos están fracasando en el mundo entero.

El ser humano siempre ha pensado que es capaz de dirigir su propio destino (en realidad, la mayoría solo piensa que hay alguien capaz de hacerlo.) Somos conscientes de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, queremos hacer algo y lo hacemos, tenemos intenciones y somos capaces de materializarlas. Pero esto quizás sea una visión sesgada por nuestro punto de vista antropocéntrico. Creo que todos sabemos perfectamente lo que habría que hacer, aprender más, implicarnos más, hablar más de las cosas importantes, crecer más, pasar de ser unos soberanos de pacotilla, unos reyezuelos caprichosos y arrogantes, y convertirnos en soberanos de verdad, en personas que puedan tomar las riendas de sus vidas y dirigirlas, a nivel personal y social. Pero también sabemos que esto es una utopía, un imposible. No tenemos tiempo, ganas o nos sentimos capaces. Es mucho más fácil darse cuenta de lo que habría que hacer que ser capaces de hacerlo. Todo el mundo es seleccionador nacional hasta que le toca serlo.

Todos los enfoques que pasan por hacer las cosas bien, simplemente como nosotros mismos las tenemos definidas en la teoría, se consideran utopías, imposibles, contrarios a la naturaleza humana real. Seguimos sosteniendo unos mitos que disfrazan nuestra inepcia con delirios de grandeza, unos mitos que nos consuelan de aquello que nosotros mismos nos hemos inducido a ser o creer que somos. Y seguimos empeñados en que nos importa el futuro de nuestra especie, de nuestra estirpe, y seguimos empeñados en rituales estériles, en permitir que unos pocos jueguen a lo que deberíamos estar jugando todos, en dar vueltas en círculo moviéndonos mucho sin ir a ninguna parte, haciendo y deshaciendo lo hecho, rompiendo algo por cada cosa que arreglamos. No solo se trata de hacer algo, hay que hacerlo a tiempo, y no me parece que sepamos ni siquiera determinar cuál es ese tiempo.

Me da la sensación de que, vistos desde fuera, somos como cualquier otro sistema natural: sin inteligencia ni voluntad, un montón de partículas interactuando a diferentes escalas, arrastradas por el devenir, con comportamientos asombrosos que aparentan proceder de una misteriosa inteligencia oculta, pero regidos en el fondo por las frías leyes dela física de los sistemas complejos. Los grupos de personas no son seres inteligentes, las sociedades no tienen alma. Eso es un mito, una metáfora. Los únicos seres con inteligencia y alma son los individuos. El individualismo es la superación del socialismo, no lo contrario. Lo contiene y lo mejora. Creo que también es nuestra única salvación. Pero debe tratarse de una forma correcta de individualismo, el individualismo social. La sociedad es instintiva, somos sociales por naturaleza. La civilización transforma la sociedad en nuestra principal herramienta de supervivencia. Hay que cuidarla y aprender a manejarla de manera óptima. Pero esto debe ser trabajo de todos, si queremos ser iguales, o mejor equivalentes, debemos serlo de manera real, no metafóricamente. Primero hay que prepararse para ser buenos políticos, y esto implica saber de e interesarse por todo. Como esto es inabarcable, se trata simplemente de maximizar y colaborar. La mejor manera de llevarse bien con los demás es no depender de ellos; conocer su naturaleza real, no idealizarlos para que encajen en los delirios de algún iluminado con sueños de grandeza. Y sí, yo también creo que, hoy por hoy, esto es un imposible, una utopía. Estamos educados para ser siempre unos perdedores, tanto los ricos como los pobres. Qué le vamos a hacer.

Comparte este artículo: Compartir en Twitter Compártelo en Facebook Compartir en Google Plus
Comentarios (0):
* (Su comentario será publicado después de la revisión)

E-Mail


Nombre


Web


Mensaje


CAPTCHA
Change the CAPTCHA codeSpeak the CAPTCHA code